Patxi, he tenido la oportunidad de recorrer algunas de esas mismas etapas hace poco y te entiendo perfectamente. Supongo que elegiste la variante por Vegacervera. Caminar por allí en soledad ha sido un auténtico prvilegio. Probablemente el que vaya por el Olvidado habrá recorrido antes muchos otros y por este mismo motivo no debería uno sorprenderse al confluir con la riada del Francés. Quizá haya que volver a él en diciembre o enero.

Sin duda, el camino más solitario de cuantos haya hecho. Ni un peregrino vi. Eso sí, la colegiata de Cervatos se quedó grabada en mi mente y su rareza  y singularidad hacen que ese recuerdo permanezca.

100% contigo. Estoy ahora mismo en el camino francés que realizo como 30° aniversario de mi primer camino y no voy a volver a pisarlo hasta que el turismo lo destroce del todo y vuelva a ser como antes.

Hola.

Para los que no os entusiasma la "marabunta" de gente por el Camino, os recomiendo el CAMINO ZAMORANO PORTUGUES, antes conocido como  Camino Portugués de la Via de la Plata. 

Parte de Zamora hacia el oeste por la comarca de Aliste y entrra en Portugal por la región de Tras os Montes para llegar a Verín y seguir hasta Laza para unirse al Camino Sanabrés o bien seguir hasta Ourense por Allariz.

Os lo recomiendo, es realmente espectacular.

Un saludo PEREGRINOS.

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Sí, yo también tengo la experiencia de llegar de un Camino más minoritario, desembocar en el C.francés y que te eche para atrás la masa humana, que parece salir del Corte Inglés el primer día de rebajas.

Ahora bien, eso de "parecía una romería" me da que pensar. La romería no deja de ser una peregrinación bien legítima. ¿Qué la diferencia de la idea que nos hemos hecho de una buena "experiencia jacobea"? La romería tiene algo de inevitablemente colectivo, pero, aunque no he participado nunca en ninguna, intuyo que ese colectivo no es "masa humana", sino algo más vertebrado: un pueblo en que la gente se conoce, un rito bien marcado que integre más que disperse a la gente, cierto gusto y alegría de sentirse "pueblo"...

A veces, en el Camino francés los peregrinos actúan- que no interactuan - como si estuvieran en un aeropuerto o una terminal de transportes masiva. Puede haber cien personas juntas, pero cada uno en su burbuja, con el móvil como epicentro. En el 2020, el fantasmal año del Covid, salí unas semanas a andar, y me di cuenta de algo fundamental: la mayor parte de los albergues parroquiales estaban cerrados, y dejadas las inercias jacobeas en manos del sector privado, los peregrinos deambulaban por las poblaciones como autómatas. Y caí en la cuenta de algo esencial que los parroquiales hacen de maravilla: vertebrar a la gente: Tejer redes de complicidad. En edificios con carga histórica, con cenas comunitarias, con pequeños ritos de apertura a la interioridad, algo cambia en el aire: esa masa humana pasa de ser amorfa, y de provocar una fuerza centrífuga, a tejerse en una especie de cuerpo social gustoso, centrípeto, que emana cierta alegría de estar junto.

No solo son los albergues parroquiales, claro, los que transforman la química del grupo: la cultura de los lugares, las pequeñas vicisitudes del caminar diario, la influencia benigna del ejercicio y de la naturaleza, mil cosas! 

Sin llegar a pillarle totalmente el punto a esta cuestión, creo que habría que ahondar en esa falla entre lo que vertebra un  grupo humano en el Camino, y lo que lo atomiza. Y en vez de echarle la culpa al Camino francés de esto, plantearnos si éste no hace sino de espejo de ciertos aspectos de la vida moderna (el efecto sala de espera de aeropuerto), nos lo cuestiona y hasta se las ingenia para darle soluciones.

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Al francés con tranquilidad de Noviembre a Febrero ambos incluidos y ya.

Saludos