Fernando Cristó...
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Que crezca el musgo

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Se lo leí a Manuel Rivas: en Galicia, cuando se construía algo feo (y hubo décadas de abierto feísmo por aquellas tierras) los lugareños siempre esperaban que el paso del tiempo lo reparara, limara las aristas del monstruo, entre otras cosas, por la acción del musgo . Con su verdin longuis, con su tacto aterciopelado, la aparición del musgo en esquinas insospechadas de las obras cementosas, hacía que éstas se reconciliaran con el entorno, se impregnaran de intemporalidad y misterio atlántico, volviéndose unas con el paisanaje.

Creo que en esa línea del musgo, la faena del Covid le puede hacer bien al Camino de Santiago. Leo estos días ejemplares atrasados de “La Concha" el boletín de la asociación American pilgrims. Y encuentro aquí y allí en sus textos esa contradicción tan típicamente contemporánea de anhelar lo exótico.misterioso y al tiempo hacer todos los esfuerzos por domesticar y “facilitar" su experiencia. Pueden flipar los norteamericanos con recónditas iglesias octogonales, ecos del romancero en la memoria de las gentes de León, sombras fresquitas en albergues destartalados o noches de caminata mística bajo la vía láctea. Pero, a renglón seguido, vendrá siempre un artículo de consejos prácticos sobre cómo lidiar con el cambio de moneda, con los chinches o las ampollas, o cómo regatear en un mercado.

 

Y me trae esto a la memoria aquella deliciosa obra de O.Wilde, “ el fantasma de Canterville”, donde el misterio legendario de una mancha de sangre en el suelo de un ancestral castillo inglés se ve desvanecido de la noche a la mañana por el limpiador disolvente de una turista americana. El fantasma del castillo -que sí es real- todas las noches se verá en la tesitura de rehacer el misterio repintando la mancha en el suelo con el pintalabios que le ha robado a la propia turista. 

¿Se sostienen los “misterios” del camino de Santiago tras los últimos años de sobreexplotación? Desde luego, la cultura de masas cientifista de nuestra época es justo lo antitético a una percepción misterica de la realidad. Pero ay! Paradoja de las paradojas! Una percepción no prosaica es precisamente lo que esa masa humana estaba en gran medida necesitando: salir de sus zonas de confort, cultivar cierta práctica del ejercicio fisico y el sacrificio,  abrirse al silencio, a la Historia, a la naturaleza y la introspección, volver a articular cierto tipo de espiritualidad que la cultura Pop del siglo XX había arrasado.

Y como si fuera una última tabla de salvación de la conciencia occidental, la cultura española ancestral parecía venir al rescate. Y no era la primera vez que lo hacía: Ya en el romanticismo del siglo XIX, el imaginario burgués europeo se llenó de monasterios y castillos hispanos, refugios mentales para huir del materialismo prosaico que crecía en los centros industriales del continente.  Llama poderosísimamente la atención, por ejemplo,  la concentración de grandes óperas europeas del momento  con ambiente español: “las bodas de figaro", “ Don Giovani", “ el barbero de Sevilla", “Carmen", “el trovador" , “ Don Carlo", “la forza del destino", “Parsifal"… ¿Quién da más?

Leyendo el invierno pasado trabajos de universitarios europeos sobre el Camino de Santiago, me llamaba mucho la atención cómo una y otra vez, jóvenes de Finlandia, de Dinamarca, de Polonia, de Escocia intentaban desmenuzar cada uno en la jerga científica de su disciplina ese “no-sé-qué" que habían experimentado en su peregrinaje, y que no les resultaba nada fácil meter en el calzador racional de su estudio académico.

Se repetía, por ejemplo, el palabro “liminar", adjetivo para describir la extraña experiencia que uno vive cuando sale del territorio vital domesticado.  No es que España sea hoy día ninguna “ última frontera" precisamente, pero algunas de las praxis del Camino, como la camaradería y hospitalidad, o la libertad de la ligereza de equipaje, o la redimensión en la relación con el cuerpo, la naturaleza o la interioridad, estaban trastocando en profundidad la percepción de estos jóvenes universitarios europeos, y les hacía chocar de frente con su vida estándar moderna en las ciudades de donde procedían. De algún modo, les descubría una sed en su interior que desconocían sentir, una dimensión de misterio que redescubrían en su percepción de la realidad.

Para mí esa es esta una de las grandes aportaciones del Camino de Santiago en su dimensión global, y por eso creo que “el musgo" de unos meses de parón le puede hacer mucho bien. Hablaba antes de la contradicción de buscar lo exótico pero asegurarse rápidamente de domesticarlo. Bien, los últimos años podemos estar satisfechos de haber “domesticado" a las masas de Occidente que recalaron en el Camino. Ahora, deberíamos atender el otro polo: no perder el misterio

… y el musgo puede ayudar.
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Berto_kairos
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¡Fabuloso tu microensayo! Gracias :)

Indi
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Desde el momento en el que algunos peregrinos perciben/percibían los "misterios" sin necesidad de ser unos iniciados ni de haber profundizado en ello previamente, o sea, por sí mismos, indica que la magia y el misterio está presente todavía en el Camino: Es el Camino. 

He recurrido a la rae para el palabro: adj. perteneciente o relativo al umbral, a la entrada.

Bueno. Si consideramos liminar como reacción, explicación a falta de otro recurso,  a entrar en sí mismos, a cruzar ese umbral invisible e incognoscible hasta que una, llamémoslo revelación, te lo muestra, me parece un término válido para quien lo experimenta y no halla otro recurso para hacerlo entender, ni para comprenderlo él mismo en sus estrechos confines mentales. 

También soy optimista como tú en el sentido de que "esto" que está pasando relegará la domesticación y facilitación de la experiencia a un plano menor, secundario, en el ánimo que mueva al nuevo peregrino que está por venir. Porque venir, vendrán, y muchos, pero barrunto que será en positivo.

El musgo, la piedra y el muérdago son intrínsecos elementos mistéricos. En el Camino pueden ser inconscientes elementos "preliminares" para completar la transformación. Lo ostentoso, opulento, egoísta y avaricioso sucumbirá, pese a su previsible resistencia, y como las paredes feas serán recubiertos lentamente por el musgo que, a poco que llueva, hará su función. 

Gran miniensayo, como dice Berto. Gracias por compartir tus intuiciones de manera tan sincera.

Musgo, piedra y muérdago en un camino la pasada semana. ¿Camino a Santiago? Claro! Al menos en mi interior así lo sentía, como todos los caminos que piso. De otra forma sería hacer simplemente senderismo.