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Locos
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Habría pasado a la lista gruesa y fácilmente olvidable de “locos del Camino” si no fuera porque las peculiares circunstancias de esta quincena hicieron que “se alinearan los astros” y que aquello me resonaba especialmente y llegara a primer plano.
“El picador” – así lo llamamos, y me servirá para denominarlo en este texto y proteger al tiempo su identidad – era una de esas personas muy vivas, emocionales, cariñosas y piadosas, pero que cuando se les cruza el cable pueden ponerse violentas e incontrolables, temiendo uno por qué peteneras puede salir.
No dudo que psiquiátricamente habrá una perfecta etiqueta para encasillarle (esquizofrénico? Bipolar? Síndrome de pa pa pa…) pero ahora mismo paso del aséptico mundo de las batas blancas y, en cambio, me interesa la complejidad en la que se mueve el misterio del ser humano.
Resulta que “el picador” se presentó en el albergue justo el fin de semana que teníamos un cursillo de hospitaleros. Me tocó a mí recibirle y fue él muy agradable y cariñoso. Destilaba un aire como de vieja España torera, así que no me extrañó cuando me enteré que, efectivamente, había pertenecido a ese mundo. En un momento dado le llamó por teléfono su hijo, y me enterneció cómo llamaba a éste “cariño mío”. Estaba yo muy liado esos días, y ya no le pude prestar más atención en ese momento, pero hete aquí que a media tarde la lió en el comedor central del albergue, y los gritos y el cirio nos llegó a la planta de abajo, donde estábamos reunidos los hospitaleros.
Casualidades de la vida, ese día hablábamos en el cursillo de los obstáculos para que se dé el encuentro entre las personas en los albergues, cómo tradicionalmente los benedictinos veían en los peregrinos a Jesucristo, sobre qué hacer con peregrinos conflictivos, etc...
Claro que la sociedad actual no tiene tiempo para esas “zarandajas”. ¿Dónde queda todo lo que no es “útil” del ser humano, todo lo que no es productivo, contable, rentable? ¿Qué hacemos con nuestras vueltas, con nuestras transiciones, zonas de sombra, con nuestras dudas, entusiasmos y elucubraciones?¿Dónde descargamos nuestras tensiones? ¿En qué lugar se verán éstas como parte de la “gracia” de nuestro destino?
Se lo contaba a Edoardo, un compañero hospitalero italiano: “Hay todo un estrato de sensibilidad en la civilización hispana que no respira bien con la modernidad. Hay un pálpito humano que no sabe fichar en horario de oficina, que se siente ninguneado en los estándares de la globalidad, entre el asfalto, el Mcdonnalds y el anuncio guay de internet. A veces, como en el Camino, entrevés todavía su resonancia digna, su belleza incluso, pero son los ecos de un canto del cisne antes de morir. “
Soy consciente de que puedo estar aquí poetizando a un personal peligroso, del que se puede temer que acabe haciendo alguna barbaridad. Pero esta “sangre caliente”, este nervio en el aire no se reduce sólo a los casos extremos de la persona de perfil violento. Al día siguiente apareció por el albergue otro hombre, portugués, con el mismo nervio y pasión en la voz y el gesto, aunque coincidimos Edoardo y yo desde el primer momento en que este portugués no daba ningún atisbo de genio incontrolable.
Y luego, dos días después, empecé a charlar con un polaco al que le gustaba la literatura, y nuestra conversación se animó al centrarnos en los personajes de la novelas de F.Dostoyevski, tantas veces en ese límite ambiguo entre la pureza de espíritu, la incontrolabilidad social y la tensión psíquica. El polaco, que ahora vivía en Suecia, hubo un momento en que empezó a llorar: pareciera que algo había vibrado en el fondo de su alma eslava.
Esta casualidad de tres días seguidos apareciendo en primer plano un tipo determinado de perfil humano me empezó a ronronear el cerebel, y me acordé de lo que me dijo una amiga psicóloga hace muchos años: “¿Por qué tu atención se fija precisamente ahora en estas cosas? ¿No serán el espejo de alguna zona no resuelta de tu conciencia?”
“El picador”, después de la escena de la tarde, cayó en la cuenta de que se había pasado, y estuvo un cuarto de hora pidiendo perdón a todos los presentes, poniéndose de rodillas según el caso. ¿Sobreactuación, pureza en la intención? Dos horas después, en el mirador del dormitorio, volvió a cruzársele el cable y ahí que empezó con sus invectivas, con una tensión en la voz y en los gestos que era como para echarse a temblar. En ese momento ya solo pensaba yo en que no era prudente dejarle durante la noche a solas con los otros tres peregrinos del día.
En ese momento, los hospitaleros del cursillo y el resto de peregrinos estábamos cenando, y me acordé de la escena de Don Quijote de la Mancha en que varios personajes charlan en la venta de Maritormes, cuando de pronto oyen unos gritos desaforados que llegan de la bodega. Y ahí está nuestro héroe, en la más aventurada empresa que han visto los siglos, en singular batalla contra unos odres de vino…
Lo que sí parece claro es que el camino de Santiago da espacio y oxígeno, hace resonar estratos del ser humano que la vida cotidiana moderna actual, por el contrario, asfixia. Y Puede verse esto como una benigna válvula de escape, como un espejo de nuestra interioridad, como un milagroso refinamiento que nuestra civilización supo aquilatar y que habría que preservar… o como la antesala del manicomio en que muchos acabar...emos.
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Tal como explicas el episodio de ese bombero torero (o banderillero piromano) lo que me parece a mi es que en el Camino, por fiarlo todo a la milagrosa sanación del alma, alguno abandona... (¿...amos?
) la farmacopea prescrita para hacer soportable la vida cotidiana (o para resultar funcionales en la misma).
El loco que en un arrebato suelta verdades como puños puede resultar, en cierta forma, hasta simpático, siempre que lo haga sin exceder el limite de decibelios considerado razonable. Creo que también los borrachos poseen ese don. Don Quijote nos parece gracioso en sus delirios cuando embiste a molinos, odres u ovejas. Pero cuidado, que lo que empuña es una espada y con ella puede lastimar a alguien.
Por otro lado, bendita la válvula de escape esa para no tener que acabar en un manicomio y con una de esas etiquetas que se les pone a los "diferentes".
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Lees muy bien. En cuanto a la "farmacopea" y lo "funcional", ahí quería yo radicar uno de los problemas de nuestra sociedad: un ave cantora al que quieran convertir en tornillo de instalación supongo que empezaría a "hiperventilar". Y entonces alguien le diría: "tómate esta pastillita..."
Cambiando de tema: En tu camino mozarabe reciente, Papadopou, ¿recuerdas si los albergues de donativo tenían mantas? U otra forma de incidir en la cuestión: ¿hacía frío?
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Supongo que te refieres a la ruta desde Almeria. No hacia frio porque disponían de calefactores. Creo recordar que mantas había en todos en los que estuve. En Huéneja el piso que sirve de albergue era una nevera, así que gracias a los calefactores no te congelabas. En Alquife la instalación eléctrica sólo aguantaba los radiadores por turnos y les ponen unos temporizadores, pero la ropa de cama que facilitan era calentita. En todos se estaba bien.
En la ultima ruta desde Málaga este enero, lo mismo. Pero en la mitad de etapas no fuimos al albergue. En los que fui mantas había y chismes de aire que sirven de calefacción. En Villanueva de Algaidas por ejemplo las mantas eran muy muy finitas y había pocas, pero si no hay nadie más se podría disponer de un par para cada uno.
Grazie!