No sé qué nos mueve a salir una y otra vez a los peregrinos a caminar, quizás la razón que más me pueda convencer de entre todas las que he escuchado, y pareciéndome todas válidas, es el haber experimentado en el Camino un recuerdo dormido en el cerebro genético de cuando en nuestros antepasados hemos vivido durante siglos de una forma nómada.

He conocido en los viajes la personificación del bien. Eso es lo que más he conocido. Por lo general no sé qué encuentro en la actitud de las personas que siempre son buenas y te ayudan. 

En este último viaje viniendo de Córdoba entré a Monterrubio de la Serena y Marco del Ayuntamiento me acompañó al albergue, donde por la tarde aparecieron Inés y Ferny para darme instrucciones de uso de la lavadora y secadora, qué gente más buena! de verdad. A mediodía me acerqué al comercio de alimentación a la salida del pueblo, se estaban montando en el coche y bajando la persiana. Al verme llegar se interesaron si necesitaba algo, la dije que dos patatas para hervir y levantaron la persiana para atenderme. Mira que sólo había bolsas de 3 y 5 kgs Claro, no podía ir cargando con el resto en la mochila, la dueña que presenciaba desde la puerta el problema la indicó a la empleada que abriera la bolsa y me regalara 3 patatas y no me las cobrase. No solamente me abren la tienda si no que además con muy buena cara me regalan las patatas. Este tipo de cosas son las que más se suceden en el Camino.

Por la mañana temprano salí para Castuera. Llegué a la Plaza del pueblo, había estado en el impermeable desde la madrugada al salir de Monterrubio pues no había dejado de llover durante los 18 Ks que los separan, pasando por el pueblo Puerto Hurraco a mitad de camino. Pues frente al Ayuntamiento cruzando la plaza se encontraba la fachada de la Iglesia, Seguía lloviendo, las campanas doblaban por una señora que acababa de morir y el coche fúnebre estaba en la puerta de la Iglesia. Los vecinos acudían con paraguas y muchos otros aguardaban en los soportales de la plaza. Era muy temprano para quedarme allí y decidí continuar para el siguiente pueblo, Campanario. Crucé el pueblo continuando bajo mi impermeable, mochila y bastones. Pero ya saliendo del pueblo quise entrar en un comercio para adquirir un plátano para el camino. En la caja registradora se se encontraba lo que parecía ser el dueño del establecimiento que entregaba la vuelta de la compra a un cliente. Pero al decir buenos días, el señor de la caja me dice que por motivos de salud por   instrucciones de los veterinarios que le hacen inspecciones, no puedo pasar con mochila, y señalándome la calle me indicaba que debería dejar la mochila fuera de la tienda. ¿En la calle le pregunto asombrado? Pero si está lloviendo, le digo. Era evidente que el señor no entablaba simpatía con forasteros. Pues en el momento soy tonto de darle otra oprtunidad y le pregunto si por favor puede sacarme un plátano y se lo pago aquí, a lo que me responde que los plátanos solo los vende por racimos. Efectivamente, estaba claro. Había encontrado la otra cara de la moneda en las personas. Me ha gustado aprender que este tipo de personas también existen. Adiós le dije, que tenga una buena mañana.