11 años sin Bolitx
Hoy se cumple el undécimo aniversario de la marcha de Bolitx a su último Camino.
El año pasado ya le recordamos por estas fechas, y sería bonito seguir haciéndolo en cada aniversario. Afortunadamente nos dejó sus pensamientos antes de irse, plasmados en "El Gran Caminante" y en la maravillosa compilación de sus "Relatos de Bolitx".
Nuevamente Antxon padre me ha dado permiso para publicar uno de sus relatos.
Ha habido otros muchos grandes peregrinos que marcharon a su último Camino y también merecen reconocimiento, pero Bolitx es, para quienes le conocieron personalmente, y para quienes lo hicimos leyendo, El Gran Caminante. El que mejor ha sabido contar eso que a nosotros no nos sale o nos cuesta tanto. Y como muestra un botón:
Estremecimientos deliciosos bajo nubes con forma de dragón. Por Bolitx
» Mié Jun 17, 2009 4:14 pm
Me sucedía de siempre en el Camino, desde mis inicios en él. Y no me había abandonado con el paso de los años ni con la acumulación de experiencia. En cada comienzo de jornada, en cada arranque posterior al obligado almuerzo y la necesaria tregua, en cada reanudación tras una pequeña pausa, siempre me visitaba: un leve torbellino de estremecimiento, como un cosquilleo ascendente que comenzaba a la altura del abdomen y subía a la par de la boca del esófago…
… En ocasiones puntuales y dependiendo de las circunstancias o de la sustancia del asunto que lo motivara –no era igual al comenzar la subida a un alto desconocido con nubarrones negros en la cumbre de un adusto Camino vasco interior, que en el estreno de la jornada partiendo de Santo Domingo de la Calzada, llegaba a ser algo más evidente, como un latigazo sedoso de anhelo y turbación cuya onda incorpórea ascendía recorriendo la espina dorsal; en otras podía materializarse más suavizado, un aleteo liviano de colibrí revoloteando paulatina y sosegadamente por los vericuetos de las entrañas; en otras llegaba a ser imprevisible, inesperado, vertiginoso y brusco, como una repentina y brevísima caída libre de un peso ingrávido desde algún lugar impreciso junto al cogote que aterrizaba en ninguna parte pero al nivel del ombligo.
En definitiva era el mismo acto reflejo expresándose en modos diversos pero que siempre llevaba implícito un pequeño derrame de adrenalina. Una réplica inconsciente, una suerte de medida defensiva que servía de puesta a punto para afrontar nuevamente la aventura que siempre era seguir, con una interrogación en el corazón y una certeza en los pasos, el rastro hacia Poniente por las sendas marcadas, las elegidas por miles de miles de miles de antecesores; en las que habitaban de una manera propia la expectación, el anhelo de continuar y la ilusión por descubrir. Una sensación ausente en la rutina de la vida diaria, pero que Camino de Santiago llegaba a presentárseme varias veces al día, logrando así que cada jornada, aunque no sucediera nada digno de mención, fuera siempre emocionante y se aproximara a un curioso modo de vivir en plenitud.
Aunque no fuera del todo preciso, a menudo calibraba la magnitud y la estimación, la significación del Camino por el número de veces y la intensidad con que me asaltaba este “favorable síntoma peregrino” como lo definía para mis adentros. Síntoma que iba directamente relacionado con valores, particularidades, rasgos… que los tiempos actuales se empeñaban en anular, pero que a mi tanto me seguían atrayendo y que trataba de mantener en este Camino único: Un Camino espontaneo, solitario, invernal y duro, desde casa, que trascendía al "Francés”, sin seguridades ni rutinas, aceptando la incertidumbre como optimísima compañía, tanto del clima como de la disponibilidad y la calidad de la acogida, ¿que podía importarme el pedigrí de un refugio ante la grandeza de lo que estaba acometiendo?; sintiéndome bien siendo un extranjero en todas partes –frente al uno más de la familia fuera donde fuera– y descubriendo que portaba conmigo una parte de mí que no era de ningún lugar sino simplemente un espíritu itinerante que se maneja libre y suelto bajo cualquier cielo; alentando las situaciones que pudieran desembocar en algo sorprendente; huyendo de los actos rutinarios, despreocupándome del futuro y lanzándome al vacío sin más; guiándome en la autenticidad de las peregrinaciones de antes en contraposición al Camino prefabricado, de compostelas y de rosas que me rodeaba en los albergues repletos de maletines y bolsos ¿para qué quería un Camino de rosas?… y un sinfín de innumerables opciones que harían que cuando pasaran los años y echara la vista atrás pensase con satisfacción:
“Yo hice ese Camino como lo hice”…
… De hecho pensaba que el día que dejara de sentir este peculiar arrebato, este "estremecimiento delicioso”, lo tomaría como una señal incontestable, certera, y sabría que había llegado mi momento de abandonar los Caminos.
Y así fue una vez más que, a la salida de Calzadilla, me asaltó… Justo cuando el peralte elevado de una curva abierta me permitió contemplar desde cierta altura una panorámica que, tanto estremecía como colmaba el ánimo. Sobre los territorios del “Gran Cavalier”, lo que fue esplendorosa abadía y hospital de los Caballeros de la Orden de Santiago, se expandía una vez más ese cielo soberbio, diferente, en una réplica impecable a la tierra plana e inmensa, mar de campos, a la que daba cobijo; cielo distinguido por su causa y complemento perfectamente aconjuntado con ella.
Cielo también esbozado específicamente para apaciguar la soledad del peregrino. Cielo que me aguardaba para marchar y me guardaría en la marcha…
… Cielo en el que las nubes, blanquecinos bloques estilizados con apariencia de dragones embestidores, avanzaban sobre mi cabeza en hileras sucesivas. Un ejército ingente y disciplinado cruzando la totalidad de la bóveda celeste, obedeciendo un mandato mudo y urgente, proveniente de algún confín inalcanzable… Cielo siempre imponente y nítido, e inmediato y cercano: cielo castellano en el que el aire que portaba también se delataba como de su propiedad y era cualidad manifiesta.
Cielo en el aire…
… Aire por otra parte, empapado de un imperceptible aroma a tierra de llanura, impregnado de tanto habitar en aquellos dominios, de tanto restregarlos, barrerlos y azotarlos. En aquellos instantes, se expresaba como un soplido frio, brioso, pero sin convertirse en molestia aun, afanándose en una casi inapreciable, de tan tenue que era, labor de mantener a raya el sopor que prosigue al almuerzo. Lo cual se agradecía.
De modo que el Caminar volvió a convertirse en un ejercicio complaciente y concienciado, apropiado para la meditación, la reflexión… la extracción de conclusiones. Sin duda el peregrino lleno de dudas que había salido de su casa había evolucionado. Me daba cuenta entonces, aunque aún desconocía hasta qué punto.
Iba a pasar de largo Ledigos sin prestarle atención, pues aunque el cansancio comenzaba a hacerse notar, aun me encontraba fresco y animado, y se me había ocurrido que sería mejor tomarme el último café del día en Terradillos de los Templarios, cuyo curioso nombre ciertamente me inspiraba más, cuando me percaté de en las puertas abiertas de un albergue privado.
Bolitx.
- Inicie sesión o regístrese para comentar
¡Qué envidia escribir de esa manera!
¡Qué envidia trasmitir sentimientos con tanta facilidad!
Quién pudiera.....
Unos saben transmitirlos, otros no.
Lo verdaderamente importante es llegar a sentir el Camino con esa intensidad y consciencia: Ser el Camino.
Un abrazo ¡Ultreia!
Bravo!!
Terminas de leer y te quedas en silencio esperando que nadie te hable ni interrumpa. La emocion es demasiado intensa.
gracias por traerlo aqui una vez mas.
Grandes Recuerdos de un Gran Peregrino, Gran Perdida¡¡
Siempre en nuestra Mochila va ¡¡
Gran caminante y gran escritor. No le conocí en persona sino a través de uno de sus libros y de su blog y me encandiló. Habría sido para mi un gran honor haberle conocido personalmente. Sus escritos y su enfermedad reafirmaron mi idea de que caminar es vivir, vivir es caminar y que debo caminar y caminar y caminar mientras pueda.
¡Salud y buen Camino a todos!
Inolvidable. Siempre en la memoria. Gracias Indi
Buen Camino
Mientras alguien lo recuerde no acabará de irse del todo. Seguid caminando y en el Camino lo encontraréis siempre.
Gracias, Indi!
Es ievitable no derramar una lagrima ,reirse emocinarse con sus relatos. Que facil lo hace y como llega!! Casualmente estos dias lo estaba releyendo ya que me gusta leer con un marcador y marcar lo mas sobresaliente. Un crack. Vivira para siempre en cada Camino.