Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

El Camino de Madrid en época pre.covid (homenaje a los madrileños)

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El siguiente texto lo escribí en Febrero, a la vuelta de mis andanzas por el Camino de Madrid. Leyéndolo ahora parece que hablo de una galaxia muy, muy lejana... que sirva al menos como guiño de simpatía para las gentes de Madrid que lo estén pasando chungo. ¡Un abrazo!

 

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Ese desparpajo de las mujeres vallisoletanas, esa exactitud en la dicción, prístina como una luz matinal, siempre dispuestas a contarte sobre Doña Urraca y sobre Alfonso Vll, y al tiempo vigorosamente llanas, que les pides que te hagan un revuelto de tortilla porque vas de camino a Tamariz y no has podido pillar ni un bar abierto, y ale que se arremangan…No sé qué vamos a hacer con sus maridos, la verdad, tan secos y circunspectos, siempre midiendo el milímetro, pero para mal, en plan el perro del hortelano, que ni bebe ni deja beber. En fin, el futuro de Castilla está en juego…

Subo  estos días por tierras de Segovia y Valladolid hacia Sahagún. Quería comprobar cómo andan estos tramos secundarios del Camino de Santiago, de señalizaciones, albergues y paisajes, y probar si Febrero es o no demasiado pronto para lanzarse en plan errabundo, por los fríos y humedades. Quería salir ya de casa, en realidad: me está empezando a pasar como a los marinos: en la ciudad me pego contra las paredes, me abotargo y agobio, no me corre la sangre, los fantasmas me ganan la partida. Necesito campo.

Por alguna razón, la sangre se me ha vuelto tema central estos días, en sentido más literal o más metafórico. No tiene mucho misterio esto en principio, pues la diferencia entre la vida sedentaria y el nomadismo es que en el segundo corre mejor la sangre a todos los miembros. Pero en seguida me han aflorado toda una serie de sentidos figurados a este juego de sístole – diástole. El más llamativo y contundente, ha sido apreciar un paralelismo notable entre mi abotargamiento corporal, y la despoblación de esta zona central de Castilla. 

El otro día llegué a Añe, pueblo de Segovia, con toda la intención de quedarme a dormir allí – llevaba 28 km a mis espaldas, y la siguiente población con albergue supondrían 5 km más, 33 en total-. Dejé la mochila en la plaza, y no había ni Dios por las calles.  Creí oír una conversación a lo lejos, y siguiéndola mi oído me metí por una callejuela que llevaba a un almacén agrícola. Había allí dos tipos, algo mayores que yo, con no muy buenas pintas, como abotargados, dando pienso a unas gallinas. Les pregunté por un bar, no había, por el albergue, no había, algún autobús hasta St María la Real, que no… quizá era el olor de las gallinas, o su cara sin demasiado riego, no sé, algo me estaba violentando. En realidad estaba cansado y con hambre. Les pregunté si podrían prepararme un bocadillo, que les pagaría, y me vinieron que esto es la España vacía etc… y ya me reboté y les solté: “Joer, ésta es la España sin espíritu, la leche!!!” jajaja!

Volví a la plaza, y una viejecilla había salido a dar un paseo. Le pregunté también por un bocata, y lo mismo, que ay! En estos pueblos no nos queda nada. En esto, de la misma casa sale otra mujer más joven, supongo que la hija, y se va a la otra esquina de la plaza a hablar con otra vecina, que sale de la nada como por arte de magia. Percibo que se les oye todo lo que dicen, y están comentando: “ pues el otro día le di un bocadillo a un vagabundo y luego fue un maleducado, así que ya le he dicho a mi madre, tú no abras a nadie”. La verdad es que me costó caer en la cuenta de que su conversación era un eco de la que había mantenido yo con los dos hombres y con la viejecilla, así que todo el vecindario la había oído y estaba reaccionando “ en vivo y en directo” por más que el pueblo seguía pareciendo no tener más vida que el Comala de Pedro Páramo. Bueno, la conciencia colectiva es un valor a tener en cuenta! ( aunque en este caso, podría haber salido yo escaldado de Añe)

El careto amuermado de los dos hombres en el almacén de gallinas se me quedó grabado, y me volvía estos días como un golpe visual fatalista al levantarme de la cama, al ver alguna finca desvencijada, al entrar en alguna tienda estilo chernobil, o al escuchar reggaeton en un coche al pasar. Y como soy un tanto paranoias, me decía que seguramente todo ello era proyección de un estado interno mío de flojerío sanguíneo generalizado.

Pero bueno, una de mis pequeñas sabidurías aprendidas con los años es contra.argumentarme cuando me pongo cenizo : si estas impresiones exteriores son proyección de mi ánimo, también lo serán estos cielos maravillosos de primera mañana,con esa luz amarillo Nápoles ¿No? De tal virginal  pulcritud que uno no puede sino intuir en ellos ya toda las afiladas cornisas de la finura castellana. Y aquí es donde entran estas mujeres vallisoletanas que me he ido encontrando, hoy mismo en Villalón de Campos, que sin yo preguntarle más que donde seguían las marcas del camino, ella se ha lanzado a explicarme, con la lozanía de una Concha Velasco en sus mejores años, el excepcional “rollo jurisdiccional” que tienen en la plaza octogonal del ayuntamiento. Y ¿Qué es eso del “rollo jurisdiccional”? Pues una columna de escarnio público al que ataban a ciertas personas en el medievo/renacimiento por distintos delitos. Ahhh, qué interesante…

Y claro, esa chispa de la cultura le devuelve el color a las mejillas de estos pueblos. Este Domingo pasado llegué hacia las 12:30, muy cansado, a Wamba. Uauh! El nombre de un rey godo. La savia de Germania en mitad de Castilla, R.Menendez Pidal estaría encantado. El hospitalero de la noche anterior me había recomendado entrar a ver la iglesia local, pero yo la topé cerrada y por fuera no parecía nada especial, y el pueblo estaba muerto. También debían tener un osario famoso, miles de calaveras desde hace siglos. No me va nada lo gore, pero como habría misa a la una, decidí que me quedaba al menos a ver la iglesia por dentro.

A menos cinco, corriendo, llegó el cura,  de otras dos misas que ya había oficiado esa mañana, joven y dinámico. Abre la puerta del templo, y ¡Uauh, qué preciosidad de lugar!. Del siglo X-Xll, de techos muy altos, y un juego de columnas de una pureza románica al estilo de la de Fromista, pero aún más esbelta: sobria, piedra limpia, solo un par de retablos laterales – flamencos, diría yo, aunque no controlo -. 

Entraron los feligreses, se llenó enseguida, y parecían una familia entrañable, arropados y enaltecidos por la belleza del espacio. Decidí quedarme.

La misa fue a ritmo rápido, hacía frío y el cura imprimía un ritmo vigorizante, como de peregrino en marcha eufórica a media mañana por campos inspiradores. Me sé casi todos los cantos de misa solo a medias, pero me pareció descubrir en mi voz cualidades carnosas/luminosas/aterciopeladas – que dirían en Radio clásica - que me  encantaron, así que participé con gozo en los cánticos. Seguramente di el cante, nunca mejor dicho,pero entiendo que l excentricidad en el peregrino es un derecho y casi hasta un deber. Además, desde que practico los “Veni creator”, “Salve Regina”, “Benedicite omnia opera…” creo percibir cierto tono gustosamente timbrico en mis cuerdas vocales,o en las cavidades resonantes del cuerpo. Sentí que la voz me hacía empastar  y armonizar con la comunidad, con esa sensibilidad mistizante que me aflora en las temporadas de peregrino, y así, extrañamente,  creí percibir en mi cuerpo y espíritu algo del cordero pascual que se entrega en comunión.

(El caso es que desde el comienzo del oficio sabía que no iba a participar en la eucaristía, y me repetí que a ver si me decido a ir de una vez a confesarme con Jesús Berriona, pero bueno, esto es otra historia).

Todo parecía tan adecuado, tan resonante, tan enaltecedor, cómo vestía la arquitectura lo sublime de la vida de esa comunidad en comunión, que me dije: “podría venir a vivir aquí… casi… debería venir a vivir aquí”. Ya ves, lo que media hora antes me parecía un pueblo desalentado de cuatro casuchas y dos rebaños de ovejas.

Este contraste y cambio súbito en la impresión se ha dado varias veces estos días. Anteayer el destino de la jornada era Medina de Ríoseco, y el albergue de la guía, un monasterio de clarisas. Crucé la verja y el jardín, entré en recepción, con su torno, y había un cartel explicando que había habido un cambio de congregación: ahora el monasterio lo regía una orden brasileña (un par de errores gramaticales clamorosos en el cartel me hizo temer lo peor). Allí no aparecía nadie, así que volví al jardín y di un vuelta al edificio. La puerta de la iglesia estaba abierta.

Al fondo, sobre el altar, el Santísimo expuesto, y en el primer banco a la derecha, un monje sentado, llamándome con el brazo para que me acercara. Tenía una estufilla frente a los pies, y estaba rodeado de sus libros devotos, su Biblia y su rosario. 30-35 años, gordito, con cara bondadosa, rasurado “trentino”, hábitos clásicos, al llegar a él percibí que estaba en pleno momento de arrobo y adoración. Me daba no sé qué venirle con las intendencias del albergue, pero empezó a hablarme él, y con acento jacetano, con lo que la atmósfera se tornó cercana y espontánea. Se me encendió la vena amorosa de verlo ahí, así, casi un chaval, manteniendo la llama del espíritu con su sola presencia.

Me dice que va a por la llave y el sello de la credencial, y yo hago amago de seguirle, pero me espeta: “ No, quédate, el altísimo no puede quedarse solo”. En el aire había algo de la emoción que él había volcado. El monje sale, y yo permanezco solo unos dos minutos, no me da tiempo a plantearme si empiezo yo con alguno de mis rezos, pero sí me siento impregnado del ambiente especial. Cuando vuelve él y salimos en dirección al albergue, siento ondas de amor y admiración por este hombre, dejándolas fluir con cierta exuberancia Otxandio (lo que quiera que esto signifique!).

“la atención a los peregrinos no es nuestro carisma”  me dice, “ nosotros nos centramos en la contemplación y en la ayuda a los más pobres, pero las clarisas de este convento tenían este servicio, y nosotros lo adoptamos”. Poco más me dice. Me deja a mi verá en el albergue, se retira y no lo vuelvo a ver, pero me vuelve  su presencia a la consciencia durante la tarde.

Hoy, en Melgar de Arriba, un panadero artesano me ha dado una alegría: tenía un estupendo pan de horno de leña y unas magdalenas que seducían solo con la vista. Mi problema siempre es que no puedo acumular compras porque se convierten en incordiante peso para la mochila. Pero el simpático panadero tenía una solución adecuada para mí: ha cortado el pan, ha abierto la bolsa de magdalenas y ha sacado la mitad, y ha amoldado su producto a mis necesidades. Parece una tontería, pero no veía yo una flexibilidad comercial así desde que estuve en Italia. Allí era deslumbrante para mí el ingenio, flexibilidad y buena voluntad con que se amoldaban los comerciantes artesanos a las circunstancias del cliente, y más de una vez pensé que en esa chispa dúctil anidaba parte de la maestría artesana de los italianos. El panadero de Mergal me ha dado también la misma buena onda.

Son estas presencias humanas las que mantienen viva la comarca, a mi parecer. Su sangre. Aquí y allá se ven intervenciones institucionales, pero muchas de ellas no han soportado el juicio del tiempo, y me temo que los vértigos de “el progreso” han sido muchas veces lluvias monzónicas, muy aparatosas, pero que en vez de regar la vida local la erosionan más. Ayer gran parte del trayecto me llevaba por la vera del Canal de Castilla, obra típicamente borbónica y afrancesada, que tiene su enorme encanto, pero no deja de ser uno de los primeros ejemplos históricos de que las ampulosas medidas civilizatorias europeas no acaban de encajar bien aquí. 

… A medida que me acerco a Sahagún, y a las tierras del viejo reino de León, veo más iglesias mudéjar de ladrillo, y más casas de adobe, y la medida civilizatoria es menos pomposo. ilustrada y más ¿enjuta? Como con más nervio, reinas Urracas haciendo trastadas a sus maridos, romances de urracas que encuentran broches de plata en una esquina del bosque, quesos y aguardientes de quitar el hipo, así que me pregunto si la medida en que esta cultura se siente a gusto consigo misma es el “american way of Life” occidental actual, colesteroso, que la succiona, o las directrices de la Unión europea con sus planes quinquenales. Un hospitalero me contaba el segundo día que el dinero de las ayudas europeas para zonas rurales deprimidas va a la tierra, no al tejido humano. Así, hay cuatro agricultores ricos, que viven en la capital y se dejan ver por aquí con sus cochazos, mientras las nuevas generaciones siguen emigrando.

Ayer, charlando con una tabernera de origen búlgaro, me contaba con pena que Melgar de arriba - último pueblo de Valladolid antes de León - ha perdido la oportunidad histórica de tener aquí un cementerio nuclear, que daría trabajo a mucha gente. Uah! No quise discutirle, pero para mí mismo pensé si estamos pensando en un nuevo principio para una civilización milenaria, o en su fin. El pálpito de esperanza que siento cada mañana en esa maravillosa luz de la meseta.... ¿Quién sabe tejer ese hilo de oro? Otra vez me vienen a la cabeza esas mujeres vallisoletanas - y no sus maridos jajaja! - con su desparpajo, alegría y fineza. Y barriendo para casa, también pienso en los peregrinos del camino de Santiago, con sus cabezas algo alucinadas por las endorfinas del ejercicio, pero también por la hermosura de estas tierras silenciosas, amplias y con esa luz...

Bueno, el Camino de Santiago también es empresa europea, y !de altos vuelos!, como se ve en la historia de los monasterios cluny en torno a Sahagún, así que debería revisar lo que he dicho antes sobre la influencia del continente en esta tierra. En fin, esto son impresiones a vuela pluma durante el viaje a pie... 

tendré que ir acabando, que con este rollo que llevo seguro que me atan en la plaza de Villalón. Me he ido topando esta semana con toda una serie de personas que “eligieron” en su día vivir en estas tierras, y son las que le dan el pálpito de vida. La razón que más encuentro tras sus historias (una tendera, un jardinero, una hospitalera) es la tranquilidad. La paz frente a la histeria de la ciudad. Hace poco leí que los lujos del siglo XXI serán la naturaleza, el silencio y la tranquilidad… Mañana querría estar en Moratinos, a 5 km de Sahagún, con Rebekah Scott, una americana de la que he oído una entrevista en un podcast sobre el Camino de Santiago. Rebekah era periodista, pero lo dejó todo para vivir en la paz de la meseta. A ver qué cuenta!

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Xixonés
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He disfrutado un montón leyendo tan grato relato. Solo el «americanismo» Uauh (vaya, caray) me ha rechinado en los oídos entre tanta cuidada prosa.

¡¡Excelente crónica!!

Buen Camino

Indi
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La primera vez que lo leí quedé maravillado. La segunda,  como suele suceder con las grandes obras, más maravillado aún. 

He echado mucho de menos un relato epílogo de tu último Camino entre higueras y zarzamoras.

Porque sé que no andabas por Wamba, si no hubiera habido que ir a desatarte del rollo jurisdiccional por errabundear en tiempos de pandemia. Aunque, como calcado personaje barojiano que pareces, tipo Zalacaín, hubieras salido airoso de la lid. 

Un verdadero placer leerte y releerte de nuevo. 

 

 

 

 

Fernando Cristó...
Imagen de Fernando Cristóbal Otxandio

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Con agradecidos lectores como vosotros da gusto escribir!

Xixonés, ¿americanismo "Uauh!"? Yo lo veo un intento onomatopéyico-palabro- de expresar la admiración, más cerca del perruno "guau!" que otra cosa. En realidad lo que trataba de hacer era un juego de palabras entre Wamba y "!Uauh!". Sí me suena en textos ingleses la expresión "Wow!",  y reconozco haberme tomado alguna Coca.cola alguna vez, y alguna peli de Hollywood ya ha caído pero vaya, no pasa de ahí. La próxima vez que me admire diré:"Caramba!" o mejor "Cáspita!" Jajaja!

Indi, lector gentil, mi último texto sobre el Camino de Septiembre quizá no lo leíste - al menos no entraste a comentar -. Lo cierto es que le puse un título ("et in Arcadia ego") de esos que despistan al más pintado. Cáspita! me citas a Zalacaín, ¿en qué lugar del pleistoceno de la memoria me queda eso? Sí lo leí, pero no recuerdo nada. Alguna memoria sí retengo de "Las inquietudes de Shanti Andia". Lo que sí puede ser es que el estilo desgarbado de Baroja le entrara bien a mi oído vasco e influyera en mi fraseo.

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