Valladolid
Notas destacadas
Quien decida tomar la variante a Valladolid debe saber que se camina junto al carril-bici, siempre a pocos metros de la carretera y sin apenas sombra ni flechas. |
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Entre los años 1601 y 1606 Valladolid albergó la Corte del rey Felipe III, tras un inesperado traslado desde Madrid. El motivo oculto de dicha breve capitalidad fue una operación de especulación inmobiliaria urdida por el valido del rey, el Duque de Lerma, quien compró y vendió sucesivamente fincas en Valladolid y Madrid, obteniendo pingües beneficios del doble pelotazo urbanístico. |
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A esta Corte instalada en la ciudad del Pisuerga acudieron personalidades como los escritores Francisco de Quevedo y Luís de Góngora, el pintor Pedro Pablo Rubens, el escultor Gregorio Fernández e incluso Miguel de Cervantes, con la primera parte de El Quijote recién publicada. Curiosamente en Valladolid se cruzaron Cervantes y William Shakespeare, quien visitó la Corte en 1605 como miembro de una delegación diplomática, si bien lo más probable es que no llegaran a conocerse en persona. |
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En nuestra escapada turística por la ciudad no podemos dejar de visitar el Museo Nacional de Escultura, sito en el antiguo colegio de san Gregorio. Se trata de una joya poco conocida, no sólo por el edificio del s. XV (y su brillante remodelación) sino también por la magnífica colección de esculturas y tallas que alberga. |
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La Semana Santa es el mayor acontecimiento religioso y turístico de la ciudad. Durante las procesiones las cofradías pucelanas sacan a sus calles bellísimas tallas barrocas, algunas de ellas obra de escultores como Juan de Juni o Gregorio Fernández. |
Cultura e Historia
Si bien existen pruebas de su pasado romano, la fundación de la ciudad como tal corresponde a la repoblación de las tierras de la frontera del Duero durante la Reconquista. La teoría más aceptada es que la población surge en la primera mitad del siglo XI como un pequeño núcleo fortificado, situado en una elevación entre el ramal norte del río Esgueva y el río Pisuerga. A finales del siglo XI el Rey Alfonso VI concederá el señorío de la villa al noble leonés Don Pedro Ansúrez, conde de Liébana, Carrión y Saldaña, proveniente de una familia que ya en el siglo X ostentaba el poder en casi todo el norte de Palencia y parte de Cantabria.
Sería durante el reinado de los Reyes Católicos y durante el siglo XVI cuando Valladolid se convertiría en una ciudad de gran importancia política. Era tácitamente considerada capital judicial del reino durante los años en que la Corte era itinerante, hasta que en 1561 Felipe II fijó la capitalidad en Madrid.
Durante cinco años, de 1601 a 1606, la ciudad del Pisuerga albergaría la Corte por una inesperada decisión del rey Felipe III, quien seguía los consejos interesados de su valido el Duque de Lerma; el negocio del Duque fue redondo, si bien la operación de corrupción alimentada por éste acabó saliendo a la luz: el primer ministro cayó en desgracia, y sólo consiguió salvar su vida revistiéndose por el capelo cardenalicio. Como muestra de ello Juan de Tassis, una de las plumas más afiladas de la época, dedicaría al Duque los siguientes versos: “El mayor ladrón de España / para no morir ahorcado / se vistió de colorado”.
En Valladolid nació el rey Enrique IV de Castilla (conocido como Enrique el Impotente), Felipe II (quien otorgara a la población el título de ciudad en el año 1596), así como Felipe IV y su hermana Ana, futura reina de Francia y madre de Luis XIV.
El siglo XVI fue el momento del despertar artístico de esta localidad castellana. Prueba de ello son los 53 Bienes de Interés Cultural con los que cuenta la ciudad. Hoy Valladolid es la mayor ciudad de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, y sede de parte de sus instituciones de gobierno.
Las procesiones de Semana Santa por las calles de Valladolid son la mayor muestra de la religiosidad castellana, manifestada en una sobria y respetuosa expresión de los sentimientos. Su principal elemento son los "pasos", grupos de figuras colocadas sobre una plataforma que escenifican episodios de la Pasión de Jesucristo, como si se tratase del momento crucial de un melodrama. Realizadas primero en materiales efímeros, las tallas pronto se generalizaron en madera policromada, con postizos de pelo, cristal o marfil, encargadas por las cofradías a artistas de renombre: Francisco de Rincón, Gregorio Fernández, Juan de Juni o Andrés Solanes. La costumbre de las procesiones se extinguió en el siglo XVIII ante el avance de la secularización, quedando relegada al olvido hasta que hacia 1920 fue relanzada por la nueva pujanza de la Iglesia.