Etapa 12: Trevi - Spello | Al Loro

Distancia: 
19,0 km
Duración: 
5 h
Dificultad: 
2
Paisaje: 
2

No creemos que los pequeños obstáculos del recorrido sean motivo suficiente, como estiman algunas guías, para que los bicigrinos busquen alternativas. Por lo tanto, adelante sin miedo.

En Collecchio es fácil despistarse y seguir el pueblo cuesta abajo, pero atención, porque a media bajada hay que desviarse a la derecha por un estrecho paso.

Los postes de la región de Umbria que señalan el CSF contienen algunos errores manifiestos, en lo que atañe a pueblos y distancias, en el tramo próximo a Matigge. Que nadie se lleve a engaño.

El castillo fue erigido por los Trinci en el s. XIV, y con el paso del tiempo se ha ido fundiendo con las casas edificadas en su interior o apoyadas en sus muros.

La salida por la Via I de Maggio, estrecha, sin acera o arcén y con muchos coches, es un suplicio.

Ya no acogen peregrinos en el convento de Santa Maria Maddalena, pero sigue dispensando hospitalidad el Piccolo San Damiano.

El principal monumento es la iglesia colegial de Santa Maria Maggiore, de los ss. XII-XIII pero reformada a posteriori. Su mayor mérito es que acoge la capilla Baglioni, con pavimento de mayólica, cuyos muros aparecen por completo cubiertos por soberbios frescos del Pinturicchio (1501). Por si esto fuese poco, el templo también cuenta con dos obras del Perugino (1521). En el exterior no dejéis de echar un vistazo al coqueto Giardino Hortus.

Conviene apartarse un instante del camino para conocer la Porta Venere (época de Augusto), la más singular entre las varias puertas romanas que se conservan. Flanqueada por dos torres dodecagonales, denominadas de Properzio, muestra tres arcos de ingreso en travertino.

Imperdonable dejar Foligno o Spello sin probar la rocciata. Se trata de un pastel grande cerrado, con masa tipo hojaldre, relleno de chocolate, uva, higos secos, piñones, mermelada, canela y alquermes, este último un licor. Algunos dicen que se parece al strudel, pero los italianos afirman que es mucho más antiguo, por lo que el germano sería una copia.

Sobre Foligno:

Con una oferta muy extensa y variada, no resulta tan caro alojarse como en otras ciudades turísticas de Umbria.

En la ciudad no abundan, precisamente, los parques. Si queréis comer tranquilos un bocadillo, 450 m a la izquierda de la Porta Romana se encuentra el Parco dei Canapè, cuyo nombre, por cierto, alude a los bancos en forma de canapé o sofá. Dispone de mesas, bancos, fuentes, wc públicos y un quiosco-bar.

Tras cruzar la vía férrea, junto a Via Roma tenemos un almacén de fruta muy barata y los supermercados Gala y Lidl, ambos abiertos a diario de 8:00 a 20:00 o 21:00. En el casco antiguo, la Piazza di San Francesco cuenta con un supermercado Tigre.

A pie de ruta por Via Cavour encontramos la gelateria Crispini, la más famosa de la ciudad por la calidad de sus preparados artesanales, en especial el de pistacho, sabor por el que ganó el campeonato del mundo en 2017.

Un lugar con encanto (inspirado en la clásica película Ladri di biciclette, con bicicletas por muros y colgadas del techo), es la Osteria Ciclabile (Via Antonio Gramsci, 60); además de pizzas y buena tagliata de carne, ofrece platos umbros. Precio medio.

El duomo di San Feliciano, que se asoma a la Piazza della Repubblica, tiene origen románico, pero con grandes reformas del renacimiento (cúpula) y del período neoclásico. Sobresalen su cripta, con elementos prerrománicos, y el baldaquino del altar mayor, copia del de Bernini en San Pietro in Vaticano.

De los restantes templos podemos destacar la basílica de Santa Maria Infraportas (ss. XII-XV), Santa Caterina (s. XIII), San Giacomo (ss. XIII-XIV y XVII-XVIII), San Domenico (ss. XIV-XV), ahora auditorio, la colegiata de San Salvatore (s. XIV), el Oratorio del Crocifisso (ss. XVI-XVII) o la de San Francesco con el santuario de la Beata Angela (s. XIX).

Además de iglesias, en la ciudad se pueden visitar rincones como la Piazza Don Minzoni, con su monumento a los Caídos (Ivan Theimer) decorado con unas célebres tortugas, o el gótico palazzo Trinci (ss. XIV-XV), ahora Museo de la Ciudad.

La beata Santa Angela de Foligno (1248-1309), tras sufrir varios reveses en la vida se convirtió en una mujer piadosa y sobria que entró en la orden tercera. Durante su peregrinación a Assisi y otros lugares franciscanos comenzó a tener visiones místicas y dictó dos libros, el Memorial y las Instrucciones, de gran repercusión en el Medievo. Clemente XI la declaró beata en 1707 —ya lo era para los folignati, que así la denominaban— y Francisco I la acaba de nombrar santa (2013).

Donde se encuentra la iglesia de la Madonna della Fiamenga, una cruz evoca el martirio de San Costanzo, patrono y supuesto primer obispo de Perugia en el s. II.