Etapa 16: Santillana del Mar - Comillas | Al Loro

Distancia: 
22,2 km
Duración: 
5 h 30 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

La etapa, con paisajes interesantes y poco exigente físicamente, discurre en su mayoría a lo largo de carreterillas y pistas de asfalto, sin apenas tráfico. Aquellos peregrinos más en forma tal vez decidan continuar hasta San Vicente de la Barquera, lo cual supondría una distancia total de 33,3 km.

Las flechas por el interior del casco urbano de Santillana son escasas y difíciles de localizar. El camino sale desde la plaza Mayor o del Ayuntamiento, donde tomaremos la calle de los Hornos en ascenso.

A la salida de Santillana, al llegar junto a la puerta de un camping, debemos seguir de frente por un pasillo con vallas a lado y lado, que separa las dos zonas de acampada. Cabe denunciar las flechas engañosas que aparecen en los carteles del acceso a este camping, colocadas para que utilices su restaurante-cafetería; además, en uno de dichos carteles indican un supuesto albergue de peregrinos dentro del recinto, el cual hace años que no funciona, por lo que debería exigirse que retiren el letrero.

En El Arroyo hay un bar-restaurante, el Mesón la Santuca (abre a las 8:00, lunes cerrado); en Oreña disponemos del bar de una posada, a 150 metros del camino; en Caborredondo pasaremos ante un bar-restaurante (abre cada día a las 7:00, a las 8:00 los fines de semana), y hay otro a pie de la CA-131, a 500 m; en Cóbreces hay servicios de restauración y panadería a pie de la carretera; en Trasierra hay un bar muy pequeño (abre a las 10:30, martes cerrado), y, finalmente, en La Iglesia hay otro bar (abre cada día a las 11:30).

Toda la etapa es perfectamente ciclable, por lo que no tiene sentido utilizar la carretera CA-131, muy transitada y peligrosa; el camino señalizado resulta mucho más interesante y, por supuesto, más seguro.

En varios pueblos veremos depósitos cilíndricos de obra, cuya forma recuerda los palomares de Castilla: en realidad son silos para el pasto, dispuestos aprovechando el desnivel de los prados, donde la hierba recién segada se introduce por arriba, se compacta y va fermentando en su interior; la acción de las bacterias permite la conservación del forraje que meses después comerán los animales.

A la salida del pueblo ascendemos entre prados hasta la iglesia de San Pedro de Oreña, del siglo XVI y situada en el alto de una colina, desde la cual —si el día es despejado— podremos ver el mar a lo lejos; suele haber un voluntario que enseña el templo y sella la credencial.

Pasamos ante la iglesia de San Martín de Tours, interesante obra barroca construida gracias a las aportaciones de Juan Antonio de Tagle Bracho (1685-1750), hidalgo local que emigró a Perú, donde se enriqueció; falleció en Lima, antes de poder volver a su pueblo y sin ver su obra terminada.

Un kilómetro después de Pando, el camino atraviesa el núcleo rural de Concha por su calle Mayor, flanqueada por casonas típicas con sus gruesos muros, balcones corridos y barandillas de madera. Sin duda, un lugar precioso donde el tiempo parece detenerse.

En 2019 cerró el albergue municipal de peregrinos, pero disponemos de un agradable albergue-hostel privado en lo alto del pueblo; también hay particulares que alquilan habitaciones, incluyendo a menudo el desayuno. El resto de alojamientos suelen presentar precios prohibitivos en temporada alta.

La historia de la villa está ligada a la figura de Antonio López, primer marqués de Comillas (1817-1883) y uno de los hombres más ricos de la época. Nacido en una familia humilde, con 14 años viajó a Cuba huyendo de la justicia; allí amasaría una gran fortuna mediante negocios de ropa, plantaciones de caña de azúcar y, especialmente, gracias al comercio de esclavos. Tras su vuelta a España fundó varios bancos, compañías navieras y de ferrocarriles; también conspiró para derrocar la Primera República (1873-74) y financió la monarquía de Alfonso XII, quien premió sus servicios con la concesión del título nobiliario. En 1881 y 1882 las familia real y su corte veranearon en Comillas, invitados por el marqués, convirtiendo la localidad en destino vacacional de la alta sociedad.

La villa acoge numerosos edificios de estilo modernista (equivalente español al art nouveau o el Jugendstil), fruto de la relación entre los sucesivos marqueses de Comillas y sus arquitectos de cabecera, entre ellos los catalanes Joan Martorell, Antoni Gaudí o Lluís Domènech i Montaner. Destacan obras como El Capricho, el palacio de Sobrellano, el cementerio (con su famosa escultura del ángel exterminador, realizada por Josep Llimona) y la Universidad Pontificia.

Los monjes de la abadía cisterciense de Santa María de Viaceli, junto a la cual pasa el camino, producen el queso Trapa, elaborado de forma artesanal con leche de vaca y madurado durante un mes en una bodega subterránea que se halla bajo el propio monasterio.

En sus restaurantes podremos degustar el tradicional sorropotún de bonito, guiso similar al marmitako vasco, así como diferentes platos con caballa —verdel— o erizos de mar, productos a los que dedican fiestas gastronómicas durante los meses de marzo y abril.