Etapa 12: Moclín - Alcalá la Real | Al Loro

Distancia: 
22,6 km
Duración: 
5 h 45 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
2

La etapa, aunque no sea larga, presenta un perfil bastante rompepiernas. Durante la misma deberemos superar varias bajadas y un par de cuestas, duras pero breves, que nos dejarán sin resuello. Los últimos kilómetros hasta Alcalá la Real resultan un tanto monótonos.

Los paisajes en la primera mitad del recorrido son magníficos, con una bajada muy pronunciada a la salida de Moclín que requerirá alargar los bastones. Al cabo de 2,3 km llegaremos a la fuente de Malalmuerzo que, a pesar de su nombre, es un lugar idóneo para una breve parada.

Después de un primer tramo –muy breve– por la carretera nacional N-432, se pasa a un camino que al cabo de 400 metros presenta una bifurcación en forma de tridente, lugar donde antaño muchos peregrinos se perdían. Pero la nueva señalización es perfecta y evita confusiones: el único truco es estar atento y seguir las flechas, ascendiendo por el sendero de la derecha al borde de los olivos, siempre en paralelo a la alambrada y a una pequeña vaguada. Encontraréis más info en la pestaña Recorrido.

Dicho sendero en ascenso por el olivar, tramo de apenas 700 metros con pendientes que rondan el 20%, sería el único punto complicado para los ciclistas, especialmente si ha llovido, donde tal vez deberán bajarse del pedal en algún momento. Por supuesto, la opción de seguir por la peligrosa carretera nacional no es en absoluto recomendable.

A la entrada, a pie de camino, encontramos el Café Bar El Hogar (desde las 10:30, martes cerrado), en el que sirven comidas.

A la salida, a pie del camino, tenemos la Quesería Sierra Sur, granja donde elaboran diferentes variedades de queso artesano que en 2019 recibieron el Golden Cheese Award, el mayor galardón mundial de quesos; hay una pequeña tienda donde los dan a probar y, si lo deseas, puedes comprarlos o bien encargar que te los envíen a casa. Están deliciosos y vale la pena aprovechar la ocasión.

Hoy entramos en Jaén, tierra de aceituneros altivos según palabras del poeta Miguel Hernández, en referencia a los jornaleros que cada año eran contratados para varear los olivos y recoger la aceituna. Esta provincia concentra la mayor extensión de olivar del mundo, un inmenso océano verde con unos 60 millones de árboles y que ocupa el 80% de su extensión.

Es la capital de la comarca jienense de la Sierra Sur, que incluye zonas de serranía y de campiña donde el protagonista es el olivar. La localidad se halla a 1.000 metros de altitud, por lo que las noches son siempre frescas incluso en pleno verano.

El nombre viene del árabe al-Qal’at que significa la fortaleza, en referencia al gran castillo de la Mota que domina la villa, con tres recintos amurallados –la medina, la alcazaba y el alcázar– y cuya construcción comenzó en tiempos del califa Al-Hakem II. El dominio musulmán sobre Alcalá se prolongó durante más de seis siglos, desde el año 713 hasta 1341, cuando fue conquistada por las tropas de Alfonso XI de Castilla, quien le concedió el título de Real.

En la fortaleza de la Mota podemos ver las huellas sucesivas de los gobernantes omeyas, almohades, nazaríes y castellanos. Durante la visita, además de su alcazaba y la iglesia abacial, conoceremos espacios sorprendentes como las bodegas, los aljibes, el bahondillo (antiguas cuevas), un nevero (pozo de hielo) y la red de galerías subterráneas que constituían una verdadera ciudad oculta. Más info: Fortaleza de la Mota.

También os recomendamos visitar el yacimiento arqueológico de la Domus Herculana (en la céntrica calle de La Tejuela, a pie del camino de salida), casa romana de los siglos I-III d.C. cuyos restos han sido preservados en el patio trasero de un edificio moderno. La visita es gratuita; sólo días laborables, de 8:00 a 15:00 y de 16:00 a 20:00.

Muchos defienden que aquí nació Juan Ruíz de Cisneros, más conocido como el Arcipreste de Hita (1284-1351), autor del Libro del Buen Amor, obra cumbre de la lírica medieval. También era alcalaíno el escultor barroco Juan Martínez Montañés (1568-1649), máximo exponente de la escuela sevillana de imaginería; la perfección de sus tallas le mereció ya en su época el apodo –un tanto sacrílego– del Dios de la madera.

El plato estrella de la cocina local es el pollo a la Secretaria o a la Alcalaína, un guiso que –según cuentan– nació fruto de un despiste u olvido, si bien existen varias versiones de dicha anécdota. Sería como un arroz de pollo, pero sin arroz: primero se dora el pollo troceado en una cazuela, se le añade ajo, cebolla y tomate triturados, y finalmente se cuece a fuego suave en el caldo hecho con sus higadillos y diferentes verduras.

En la comarca se siguen cocinando platos tradicionales como el potaje de vigilia con cáscara de naranja, propio de la Cuaresma, el bacalao con miel o el lomo de orza, conservado en vasija de barro. Entre los dulces caseros destacan la leche frita y las torrijas, mientras que en las confiterías y en los obradores de algunos conventos encontraremos pestiños, roscos de vino, soplillos, panetillos de cortijo y huesos de santo.