Etapa 5: Lucca - Pisa | Al Loro

Distancia: 
28,7 km
Duración: 
7 h 15 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
2

SOBRE LA ETAPA:

Muy peligroso resulta el trayecto, por la SP9, entre la rotonda próxima al monasterio benedictino de Pontasserchio y el lugar de Tre Ponti. Son 800 m en los que hemos de prestar mucha atención al tráfico, máxime al circular por la derecha para visitar la capilla de San Jacopo, pues el vial carece de arcén.

Otro tanto cabe decir, llegando ya a Pisa, del tránsito por la SP59 y la posterior Via Pietrasantina, ambas indignas de una ruta de peregrinaje por su degradación ambiental y riesgo de atropello, ¡incluso con memoriales en recuerdo de quienes perdieron su vida en el tramo! Tanto es así, que desde el santuario dell’Acqua es recomendable subirse a un bus urbano para llegar a Pisa.

En lugares como Cerasomma y Patrignone es fácil perderse si no estamos atentos a las señales y, en el caso de que hubiesen desaparecido, a la app de Gronze Maps o las indicaciones de Recorrido.

Si lo que prima es pedalear tranquilos por una vía ciclo-peatonal llana, una opción puede ser, traspasada en Lucca la Porta Sant’Anna, tomar la antigua Via Pisana (SRT12), y proseguir por ella hasta el canal Ozzeri. Se aprovecha su argine o dique, cruzando el canal para continuar entre este y el río Serchio por la citada ciclovía, denominada Puccini, que nos llevará hasta Pontasserchio.

El tramo entre Cerasomma y Ripafratta, precisamente el más atractivo de la jornada, se prolonga unos 2 km por el bosque y no es apto para bicicletas. La alternativa pasa por, superado el desvío a Al Molinaccio, seguir al frente con el Camino pero sin girar a la izquierda, por un camino que baja a Ripafratta. Desemboca en una carretera, la Via Fattori, que tomaremos a la izquierda.

De Gattaiola a Ripafratta vamos a caminar por la ladera del Monte Pisano, elevación que se interpone entre las llanuras de aluvión de Lucca y Pisa. Su composición, de rocas calizas y areniscas, propicia un relieve kárstico en el que fluyen aguas subterráneas, con notable presencia de grutas que, en la época medieval, fueron ocupadas por ermitaños. El manto vegetal es de bosque mediterráneo, compuesto de encinas, madroños, saúcos, acebos, retamas o grandes helechos.

El impetuoso río Serchio ha provocado numerosas inundaciones a lo largo de los tiempos, y el propio nombre de Ripafratta alude a un dique roto. Tanto es así que ya el propio Leonardo da Vinci proyectó regular sus aguas a través de un sistema de compuertas conocido como Porte Leonardiane. Con anterioridad, los romanos habían construido el canal Ozzeri-Rogio, pero solo hasta Cerasomma, por lo que dejaba indefensa Ripafratta en caso de crecidas. Para evitarlo, en 1870 fue prolongado hasta Rigoli.

El templo románico de Sant’Andrea está reedificado sobre otro lombardo del s. VIII, que, como tantos de la región, posee una torre de una altura desproporcionada. Su objeto no era presumir, sino servir de vigía. De hecho, el topónimo viene de whata (puesto de guardia).

Ideal para avituallarse o almorzar, ya que dispone de alguna comida preparada que vende al peso en La Bottega di Ripafratta. La gestiona una cooperativa local, con productos de proximidad (también cerveza artesana), y tienen sello. Otra opción, con buenos desayunos y tapeo, es el  Keren Caffè, a 70 m del Camino y también con su sello.

Para un descanso y comerse el bocadillo o lo que toque, es un buen lugar el Parque della Pace Tiziano Terziani, junto al Camino y en el centro de la localidad.

Quien desee vivir la espiritualidad del Camino, apartado del ruido de Pisa, tiene una oportunidad excelente en el monasterio benedictino de Pontasserchio, con acogida fraternal de donativo.

Junto a la iglesia está la Pasticeria Pelicano (Via Giuseppe di Vittorio, 26), con café, que dispone de una elegante terraza en el jardín. Es un lugar chic, con excelentes dulces y tartas de diseño. Cierra lunes.

La hoy modesta capilla decimonónica de San Jacopo de Podio es el único testimonio del monasterio fundado por Santa Bona, una gran peregrina, que por supuesto contó con su hospital. La casa llegó a contar con una preciada reliquia, la mano de Santiago el Menor, pero fue robada y se acabó el negocio.

Un período de lluvias torrenciales derribó en 1642 el puente sobre el río Morto, y también una placa cerámica de la Virgen con el Niño. María advirtió en sueños, a unas jóvenes del lugar, que hasta que no recuperasen su imagen no cesaría el diluvio, que ya estaba provocando graves inundaciones alrededor de Pisa. Encontrada por fin bajo las aguas, volvió a lucir el sol, y en pocos años se levantó el actual santuario barroco, sobrio edificio con planta de cruz griega y cúpula, en el que se sucedieron los milagros.

SOBRE PISA:

Si queremos dormitorio compartido tenemos la opción de los hostels, aunque su ambiente no es nada peregrino y sí bastante festivo. También hay algún alojamiento religioso para peregrinos, aunque suelen estar ocupados por grupos. Por norma, cuanto más lejos del centro más económica será la estancia.

Es inmensa la oferta de restaurantes, por lo que nos limitamos a un par de recomendaciones. En la orilla turística nos vamos a un local típico, con platos a buen precio, donde bordan la pasta: la Trattoria La Ghiotteria (Vicolo delle Donzelle, 9-11). Y para una pizza artesana económica, al otro lado del río tenemos La Taverna di Pulcinella (Via Garofani, 10); nos encanta el nombre.

La heladería más famosa de la ciudad (hay colas) es La Bottega del Gelato (Piazza Garibaldi, 11), pero tampoco están nada mal Rufus (Piazza Martiri della Libertà, 25) o Il Gelato di Toto, que tiene varias localizaciones, las más céntricas en Via Santa Maria, 149 y Borgo Stretto, 15.

El mejor lugar para sellar es la oficina de turismo de la Piazza del Duomo, abierta a diario de 9:30 a 19:30.

Al duomo se puede acceder a los oficios sin necesidad de sacar el billete de la visita turística, que es gratuito pero debe incluir al menos uno de los restantes monumentos. El billete completo incluye el duomo, baptisterio, torre, cementerio y museos; otra opción es solo torre y duomo. Es recomendable sacarlo con tiempo, por la gran demanda existente, con tu horario de acceso: www.opapisa.it

No se puede pasar por la ciudad sin recordar a Santa Bona (c. 1156-1207), la peregrina por antonomasia, que tras viajar a Jerusalén tuvo una visión en la que Santiago el Mayor la invitaba a visitarlo: parece que tuvo efecto, pues llegó a peregrinar nueve veces a Compostela, y también a Roma y al micaélico Monte Gargano. La leyenda dice que su última peregrinación jacobea la realizó milagrosamente, por mediación del apóstol, volando; al regresar a Pisa portaba las conchas testimoniales. Su cuerpo es venerado en la iglesia de San Martino.

Mucho es lo que se puede visitar en una ciudad de arte como Pisa, pero no cabe duda de que el conjunto formado por la catedral (ss. XI-XII), con el baptisterio (s. XII-XIII) y la torre inclinada (s. XII), exentos, más el cementerio (s. XIII), es el principal imán. El conjunto ha sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1987. Se agradecerá que no os hagáis la foto sosteniendo la torre: es un ritual reservado a turistas miméticos de pocas luces.

De los muchos templos de la ciudad nos vamos a quedar con el del Santo Sepolcro, próximo al río, levantado por la orden de San Juan de Jerusalén a imitación del Santo Sepulcro, con su planta octogonal, en el s. XII. Junto a él funcionaba un hospital de peregrinos.

Pasear junto al río Arno, al que hemos regresado desde Firenze, nos ofrece una bella estampa de la ciudad al atardecer, con las fachadas de sus casas y palacios pintados en tonos cálidos del amarillo al ocre. En el Lungarno se sitúa la delicada iglesia de Santa Maria della Spina, gótica del s. XIII y con aspecto de relicario de mármol, en la que se custodiaba una espina de la corona de Cristo. La reliquia, tal vez por ser falsa, nada hizo para aminorar las crecidas del río, y el templo hubo de ser trasladado desde la orilla a su actual posición en 1875.

Para concluir esta rápida visita, que cada uno podrá ampliar a su gusto, nos detenemos en la Piazza dei Cavalieri, que constituye el contrapunto civil a la Piazza dei Miracoli. Promovida por el duque Cosimo I (estatua en el centro) y diseñada por Giorgio Vasari en el s. XVI, se halla rodeada por las iglesias de Santo Stefano dei Cavalieri y San Rocco, y los palacios del Consiglio dei Dodici, l’Orologio, Puteano y Carovana (Scuola Normale). Gana enteros al anochecer.

La cocina pisana es muy rica, y como aperitivo podemos pedir cecina: hablamos de una focaccia elaborada con harina de garbanzos (en italiano, ceci). De los primeros podemos recomendar la ribollita (una menestra de col negra y alubias) o le pallette (crema de maíz con salsa de carne y champiñones). Más contundente, el mucco pisano es carne de una raza autóctona de vacuno. Si se prefiere algo del mar, baccalà alla pisana, que se cuece con puerros y tomate.

De los dulces, lo más típico de la ciudad, aunque su origen está en Pontasserchio (donde se la daban a los peregrinos que iban hacia Roma), es la torta co’bischeri. La masa de hojaldre que la rodea se hace con pliegues en forma de afinadores de guitarra (bischeri). El relleno está elaborado con harina de arroz, chocolate, piñones, pasas y frutos confitados.