Etapa 26: L'Isle-de-Noé - Marciac | Al Loro

Distancia: 
31,4 km
Duración: 
8 h 15 min
Dificultad: 
3
Paisaje: 
4

Hoy da gusto caminar por un país que en su configuración nos evoca a la Umbria o la Toscana. Nuestro mayor riesgo, con tantos lugares para detenerse, hacer fotos, reponer fuerzas junto a un arco antiguo, o extasiarse ante un castillo o una iglesia, es que nos eternicemos en la contemplación y lleguemos bien tarde a Marciac. Los lugares para sentarse a descansar con vistas son incontables, pero recomendamos las zonas dispuestas en Pouylebon o Monlezun.

Montesquiou es la segunda y última oportunidad para hacer la compra, pues hasta Marciac no hay más tiendas ni panaderías.

Etapa rompepiernas, con el atractivo en pueblos a los que hay que subir, y si no lo hacemos nos habremos de contentar con verlos de lejos, tremendo dilema que tiene en Monlezun la última entrega, acaso la más dura y fácilmente evitable siguiendo la rectilínea C3 a Marciac.

En el resto de la jornada hay siempre alternativas: desde el inicio se puede tomar la D943, aunque su tráfico puede resultar agobiante (sobre todo de camiones), para llegar a Montesquiou. De aquí, en vez de optar por los caminos de tierra del valle de l’Osse, nada más fácil que seguir la D34, y luego la D216 a Pouylebon; por esta ruta se ataja, y además conoceremos los châteaus de Le Haget (camping) y La Plagne. De Pouylebon a Saint-Christaud el rodeo es algo mayor, ya que primero se debe tomar la D216 hacia el sur, y luego la D159 al oeste. De aquí a Monlezun, aunque algunos tramos pueden estar algo cerrados por la vegetación, es mejor no apartarse del Camino. No será el GR, ni el Camino de Arles propiamente dicho, pero ahorraremos kilómetros y, sobre todo si hay barro, disgustos, pudiendo avanzar sin problema hasta Maubourguet.

Hermanado con el catalán de Montesquiu, el pueblo tiene asiento en una colina, y mantiene su estructura medieval, así como un tramo de la muralla en la que se abre una puerta fortificada del s. XIII. Los antiguos edificios con sus entramados de madera y ladrillo, y la iglesia de Saint-Martin, con su torre y ábside góticos (s. XV), configuran un agradable espacio. Nada queda, en cambio, del castillo y del hospital de peregrinos de Saint-Blaise. Los visitantes franceses acuden a la villa por ser la cuna de la familia Montesquiou-d’Artagnan.

La torre con arco del s. XIII, que pertenece a la antigua fortaleza medieval, conforma un bello conjunto con la iglesia de Sainte-Anne (s. XV y XIX), a la que está unida. Una segunda puerta de la misma época fue incorporada al château, reedificado en 1767.

Totalmente construida en ladrillo por los antonianos de Toulouse, salvo la portada, la iglesia de Saint-Christophe data de mediados del s. XIII; estilísticamente se puede considerar un edificio de transición entre el Románico y el Gótico.

Además de las ruinas del castillo de los condes de Pardiac (s. XIII), romántico esqueleto de una torre que surge en medio del bosque, cuenta con la iglesia tardogótica de Saint-Martin (s. XV-XVI).

Iglesia de Notre-Dame-de-la-Croix. Antes de llegar a Marciac, al lado del Camino se alza este gran santuario. Su origen está en la peste que asolaba la Gascuña, y en la aparición mariana a Mairie Dinguidard (1653), solicitando que fuera allí construida una capilla. Derribada por los revolucionarios, fue reedificada a partir de 1880 en estilo neorrománico. En el atrio arbolado aparecen una gran cruz, sobre un oratorio, y una capilla con la imagen titular en piedra.

Presenta serios problemas para alojarse cuando se celebra su famoso y concurrido Festival de Jazz, entre mediados de julio y principios de agosto. Se debe de tener en cuenta para programar la estancia, porque en estas fechas los precios se doblan. Más información: www.jazzinmarciac.com

Cuenta con muchas alternativas para dormir, algunas de ellas orientadas a los peregrinos.

Para la compra tenemos un pequeño Carrefour Express en la plaza. Más grande, el Super U Express queda a 1 km por la D3.

La Boulangerie-Patisserie Verge Borderolle (1 Rue Henri Laignoix, Marciac), en la esquina de la gran plaza más próxima a la calle de la iglesia, es una grata sorpresa por sus buenos precios y especialidades como sus faugasse con chorizo o el beaujolais saucisson (rellenos de embutido), variedad de pasteles y croissants. Abre a las 6:30 salvo el jueves, en que descansa.

A tan solo 1 km del centro, siguiendo la D134, existe un gran lago con zonas recreativas y una piscina lúdica.

Desde lejos nos viene guiando la torre neogótica, rematada por una flecha a 85 m de altura, de la excolegiata de Notre-Dame-de-l’Assomption. Construida en el s. XIV, fue destruida en 1579 por los calvinistas, y en gran medida reconstruida con criterios historicistas en 1869. Sus tres naves, de considerable altura, se corresponden con la triple cabecera absidal, y poseen una buena colección de vidrieras. De la fase gótica se ha conservado la portada occidental (hacia 1400), polícroma, que con resabios románicos representa el Juicio Final. En este espacio también fue instalado un conjunto escultórico polícromo del Santo Entierro (s. XVI).

Del convento de los Agustinos (s. XV) cabe decir que su claustro, pues aquí también se las dieron con queso, fue vendido y trasladado a Estados Unidos; su torre es más esbelta que la de la colegial.

Los edificios civiles más singulares se agrupan alrededor de la gran plaza, así la Maison Guichard (s. XIII y XVIII); fuera de este recinto queda la renacentista Maison des Abbés.

Una muestra, en la Oficina de Turismo, recrea la historia del Festival de Jazz, gran orgullo de la localidad.

Puede ser un buen lugar para probar el Floc de Gascogne, aperitivo que tiene su origen en el s. XVI, y que está elaborado con vino dulce de Mistela y Armagnac. Blanco o rojo, su grado alcohólico anda entre los 16 y 18º, y posee un inconfundible aroma a jazmines o rosas. Se suele tomar, al igual que el vermut, con bastante hielo.