Etapa 18: Colombres - Llanes | Al Loro

Distancia: 
22,9 km
Duración: 
6 h
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

Jornada en que gozaremos de paisajes extraordinarios en los tramos por la Senda Costera, que podemos tomar a partir de Pendueles o incluso antes, después de La Franca; así evitaremos el aburrido trazado oficial que discurre cerca de la carretera N-634 (antiguo Camino Real a Llanes).

Tanto la distancia como el perfil de la etapa son llevaderos; la única cuesta reseñable la encontraremos a la salida de Andrín, un breve repecho de apenas 100 metros de desnivel.

La variante por los bufones de Santiuste no es apta para bicis, pues tiene tramos agrestes. La Senda Costera o GR E-9, entre Pendueles y Llanes, sí es recomendable para los peregrinos en bicicleta; en nuestra opinión el trazado oficial, que presenta varios tramos por la carretera nacional, resulta peligroso para las dos ruedas.

En El Peral y La Franca hay bares y restaurantes a pie de carretera; también los pueblos de Buelna y Pendueles cuentan con algún establecimiento. Una vez tomemos la Senda Costera no encontraremos nada hasta Andrín. Poco después, en Cué, está la sidrería La Espuela, sin menú pero con buen pescado —lubina— y raciones de marisco —percebes, zamburiñas— a precios comedidos. Llanes cuenta con muchos restaurantes en el centro, pero durante la temporada turística suelen estar saturados.

La playa de La Franca, con formaciones rocosas y un extenso arenal, es idónea para el baño durante la marea baja. En verano está siempre concurrida. Queda a 1,2 km de nuestra ruta y dispone de varios chiringuitos y de duchas a pie de arena.

Poco después de La Franca, en una curva de la carretera N-634, podemos tomar un desvío por un sendero escasamente señalizado (lo explicamos en la pestaña Recorrido) que, tras cruzar la vía del tren y pasar por encima de una valla, conduce hacia los bufones de Santiuste, con un tramo precioso junto a los acantilados y que continúa en paralelo a la costa hasta Pendueles (también cabe la posibilidad de volver al camino oficial un poco antes, en Buelna).

A la salida de Pendueles —y también en la playa de Vidiago— deberemos decidir entre la Senda Costera, ruta señalizada con las marcas blancas y rojas del GR, por caminos tranquilos y disfrutando de bellos paisajes, o el trazado oficial por el interior, sin alicientes y que discurre en paralelo a la carretera N-634 (si bien da ligeros rodeos para evitar tramos peligrosos, lo cual alarga la distancia). En esta ocasión no tenemos ninguna duda: nuestra recomendación 100 por 100 es ir por el litoral.

Algo después de la playa de Vidiago, la Senda Costera pasa junto a los bufones de Arenillas, una atracción espectacular si coinciden la marea alta con un día de fuerte oleaje. Los bufones son cavidades verticales horadadas a lo largo del tiempo en la roca caliza, junto a los acantilados, por las que el agua del mar penetra a presión y produce un efecto émbolo: cuando el mar está muy bravo veremos surtidores de aire y agua pulverizada similares a los géiseres, que pueden alcanzar más de 20 metros de altura. Por el contrario, en los días calmos sólo escucharemos un rumor sordo y profundo después de cada ola.

Después de Andrín ascenderemos un alto donde se levanta el impresionante mirador de La Boriza (no os lo perdáis pues queda algo escondido a la derecha, a 200 metros de la explanada). Nada más iniciar la bajada deberemos estar atentos a las dos rutas posibles: el camino señalizado deja la carretera por la izquierda, bordea un campo de golf y lleva hacia la ermita del Cristo del Camino; sin embargo muchos peregrinos prosiguen en descenso por asfalto en dirección a Cué (pueblo con servicios), y así acortan casi 1 km el recorrido.

La antigua Puebla de Aguilar, que había crecido en torno a su puerto pesquero y ballenero, obtuvo en 1225 un fuero —o carta de privilegios— de manos de Alfonso IX, rey de León, pasando a ostentar el título de «Muy noble y leal villa de Llanes». Cerca del ayuntamiento está la capilla de San Roque, que formaba parte de uno de los hospitales de peregrinos levantados en el siglo XIV a extramuros de la localidad.

En el casco histórico destacan la muralla medieval, el Torreón (interesante baluarte defensivo del siglo XIII, con forma cilíndrica), la basílica gótica de Santa María del Conceyu (en las arquivoltas de una de sus portadas aparece la figura del Apóstol y de varios peregrinos), el Casino (edificio de estilo ecléctico construido en 1910 gracias a las aportaciones de varios indianos), así como numerosas casonas y palacios.

En nuestro paseo por la villa no podemos dejar de visitar los fotogénicos Cubos de la Memoria, obra del artista vasco Agustín Ibarrola, quien pintó con símbolos y colores vivos cada uno de los dados de hormigón que forman la escollera del puerto. Cerca de allí, siguiendo la costa, tenemos el paseo de San Pedro, un bello camino de césped que bordea los acantilados.

La gastronomía local se nutre de los productos del mar: además del marisco, en muchos restaurantes encontraremos platos a base de pixín, que es como aquí se conoce al rape, y también pastel de cabracho (el pez escorpión o tiñosu en Asturias), una especie de paté elaborado con la carne de este bicho tan feo.

En las sidrerías del oriente de Asturias se puede degustar la borona o boroña, pan antiquísimo elaborado con harina de maíz —cuando va relleno de chorizo o panceta se conoce como borona preñada—, así como el pantruque, masa contundente a base de tocino picado, cebolla y harina de maíz, que suele servirse junto al compangu (que es como aquí designan a las diversas carnes del cerdo) acompañando los platos de fabada, pote asturiano o el cocido de garbanzos.