Papadopou
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Ideas peregrinas para un Camino de invierno en  otoño IV.

Abandonamos Valdeorras. El Camino gana altura sobre el rio Sil, pero es domingo y muy temprano. Todavía duerme, el rio, y se arropa con un montón de nubes. Ya despertará  cuando saldrá el sol, más tarde.

 Casi sin haber dejado del todo la comarca llegamos a Montefurado.  Manoli ha dispuesto en su casa un pequeño rincón en el que atender al peregrino. Ni siquiera sabíamos que ella existiera pero nos obsequió con café caliente y tarta de Santiago. Un lujo de este camino compartir con ella unos minutos de conversación. Nos explicó que el nombre de este lugar describe exactamente lo que hicieron los romanos en esta tierra, horadaron la montaña con un túnel para desviar el rio… y poder extraer oro del cauce seco. ¡Todo por el oro!  

El Sil sigue su camino y lo acompañamos un trecho, pero a partir de Quiroga nos apartamos de su lado y buscamos Monforte por el interior, por el monte. Tanto nos desviamos que llegamos a Salcedo en busca de un lugar donde pernoctar. En este tramo, quemado recientemente, huele a ceniza y los ojos escuecen por el recuerdo del humo y el fuego.

Rio abajo empieza la Ribeira Sacra, adiós al oro... pero no al vino. Cuando el cristianismo llegó a eos parajes se establecieron ermitaños buscando rincones escarpados y aislados para acercarse a Dios y llevar una vida ascética. Los monjes llegarían después. Los peregrinos más tarde aún. Nuestro camino no va a acercarse ni a los monasterios ni al profundo cañón del Sil. Por cierto, según una leyenda ese tajo lo abrió, por celos, la diosa Juno con su espada en el rostro de Galicia, de la que su marido, Júpiter, se había encaprichado. Afortunadamente la diosa no parece que calculara el mal que quería infligir porque no provocó un desastre, ni mucho menos. La herida quedó muy muy pintoresca.

Por desgracia actualmente los desastres los calculan para provocar el mayor daño posible. Dejé de mirar para no percibir el persistente olor de quemado que, a pesar de las semanas que han pasado, todavía a ratos se percibe y a ratos se recuerda. Quise revivir la espesura del bosque, pero al volver a abrir los ojos  los esqueletos ennegrecidos de los árboles seguían allí. En estos bosques gallegos uno nunca está solo aunque no haya nadie, pero ahora los espíritus que solían acechar en la penumbra, o  la Santa Compaña que te encontrabas en cualquier recodo del camino, seguro que huyeron a causa del fuego y tardaran en volver por aquí.

Tal vez hubiera sido menos triste seguir acompañando al rio y trepar por las laderas tapizadas de viñas. Las encontraríamos encendidas por las luminarias otoñales, pero no calcinadas.  Caminos, haberlos, haylos. Parece que antiguamente por ellos transitaron peregrinos y que existían barcas que les permitían cruzar de una orilla a otra. Hoy simplemente son un recuerdo y quien pretenda revivirlo tal vez se arriesgue a la ira de la ortodoxia de la flecha amarilla.

Saludos desde Salcedo, mientras repito mis libaciones para propiciar la buena fortuna para mañana, el otro día funcionó.

Muchas gracias y buenas noches. Ultreia!

Ma Teresa
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Hola Papadopou

maravilloso cuadro! Has pintado colores, formas, olores, sensaciones! 
saludos y buen Camino

ps: por cierto, como llevas el silencio compartido? 

Papadopou
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Hola Teresa. Todo va mejorando con el paso de los días. Mientras caminamos cada uno marca su ritmo según sus necesidades y el grupo se mantiene flexible pero homogéneo. Además,  a falta de peregrinos al final de las etapas las reuniones alrededor de unos vinos y las risas  están aseguradas cada noche.  Saludos.

EngelAbel
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Gracias Papadopou,.... Gran y sentida crónica !

Papadopou
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Saludos, gracias.

Indi
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Progresas muy adecuadamente wink

Gracias