Etapa 5: Poggio Bustone - Rieti | Al Loro

Distancia: 
16,2 km
Duración: 
4 h 45 min
Dificultad: 
2
Paisaje: 
3

A las señales del CSB hoy se unen las más antiguas y deterioradas, en azul y amarillo, del Camino de San Francesco.

El único punto intermedio para avituallarnos es Cantalice, que cuenta con todos los servicios.

Un lugar para comer al aire libre, si el tiempo acompaña, es el parque de la capilla de San Gregorio, provisto de mesas y fuente.

Desde los barrancos de Poggio Bustone iremos suavemente descendiendo a la Valle Santa por las colinas que la bordean al este. En el centro de esta depresión contemplamos varios lagos y lagunas, los dos mayores denominados Ripasottile y Lungo; en realidad son modestos vestigios del gran lago Velino, desecado por los romanos para el aprovechamiento agrícola. Hoy, dada su riqueza ornitológica, forman parte de una reserva natural regional.

El único tramo realmente complicado para las bicis es el de San Liberato a la Madonna della Pace, incluido el paso por el casco histórico superior de Cantalice, con una escalinata larga de acceso que quita las ganas. En todo el trayecto se va por la carretera local de San Felice, y luego por la SP 8 hasta salir de Cantalice; si se quiere visitar Cantalice alto no hay más que retroceder 400 m desde la Madonna della Pace hasta la basílica de San Felice.

Vale la pena desviarse un instante por su pequeño casco antiguo, muy cuidado y decorado con flores, hasta la iglesia.

Es una parada casi obligada para los peregrinos. En su Piazza della Repubblica se encuentra el Pro Loco, donde además de sellar y obtener información, podemos protegernos en su pórtico. Enfrente queda el acogedor Caffè della Valle, punto de encuentro para los peregrinos. En Cantalice Superiore también nos tentará, por la panorámica que se obtiene, el atrio con bancada de la basílica de San Felice.

Se presenta, de repente, como uno de los cascos medievales más sugerentes del recorrido, máxime cuando desde la parte inferior, con la iglesia de la Madonna delle Grazie, se sube por estrechas vías y plazuelas, junto al templo de Santa Maria del Popolo, con tramo final por una zigzagueante escalinata hasta la basílica barroca de San Felice (la torre es del 1500) y lo que queda de la rocca o castillo. Una experiencia asombrosa que se disfruta más, a cámara lenta, con el esfuerzo del ascenso.

La capilla de San Gregorio: Dedicada al papa Gregorio Magno, ocupa una pequeña elevación y está rodeada de pinos. En el lugar se evoca el accidente de avión del Terminillo (1955) en el que falleció Marcella Mariani, miss Italia.

Entre La Foresta y Rieti, antes de llegar a la Villa dell’Annunziata, hemos de prestar atención al desvío que desciende a mano izquierda, por una senda, de la nueva traza del Camino; puede pasar desapercibido, y sería una lástima.

No os perdáis la visita al santuario de La Foresta. Basta con sonar la campanilla y os harán un recorrido guiado por la iglesia, claustro, dependencias, huerto y gruta del santo (donativo). Además, tienen un sello para la credencial.

El santuario de La Foresta (visitas de 9:00 a 12:00 y de 14:30 a 18:30) nos remite a la estancia de San Francisco en 1225, conservándose el edificio que lo acogió y la gruta en la que se retiraba a orar. También se cree que aquí redactó la segunda parte del célebre Cántico de las criaturas y tuvo lugar el milagro de la viña. El pequeño templo, y el claustro (s. XV), se identifican perfectamente con la humildad y austeridad franciscanas. En su huerto, muy cuidado, trabajan los miembros de la comunidad Mondo X, que ayuda a personas cautivas de todo tipo de adicciones.

Aquí Fra Felice da Cantalice, en un día de trabajo muy caluroso, habría hecho manar milagrosamente, batiendo la tierra con su bastón, una fuente. El santo fue un capuchino del s. XVI, amigo de San Felipe Neri, que jamás usaba calzado y siempre portaba un gran saco para recoger víveres para los necesitados. De esta forma, y con largas barbas, es representado en la iconografía.

SOBRE RIETI:

Muy recomendable, en pleno centro, el convento-colegio Divino Amore, donde las monjas atienden un ostello.

El agua de las fuentes de la localidad es de buena calidad y está todo el año fresca.

Para comer sin gastar mucho, cocina casera en la Trattoria La Favorita (Piazza Cavour, 3), próxima al puente romano. No lejos de la catedral, la Pizzería Nuovo Secolo (Via Cintia, 4), con porciones de pizza, focaccia y fritos. A un precio algo superior, pero típico y con especialidades reatinas, La Piazzetta-Da Felice (Vicolo Ceccotti, 18). Por fin, cerca del anterior otra pizzería a buen precio: Pizza e Fichi (Via G. Garibaldi, 253).

La llanura palúdica del lago Velino fue canalizada en el s. III a.C., y en su lugar se desarrolló la ciudad. Con diócesis desde el s. V, acabó en poder del ducado de Spoleto y, más tarde, de los Estados Pontificios, con un palacio papal ocupado en el s. XIII. Desde 1927 es capital de una provincia autónoma.

La catedral de Santa María Assunta es románico-gótica (ss. XII-XIII). La bóveda de su cripta o basílica inferior aparece sostenida por piezas reaprovechadas, entre ellas un miliario. Un pórtico del s. XV unió el templo a la torre y el baptisterio, antes exentos.

Junto a la catedral, donde fue colocada una estatua de San Francisco (Nicoletti, 1927), vemos el palacio de los papas (s. XIII). En su vestíbulo abovedado acoge varias representaciones en miniatura de la vida de San Francisco (Francesco Artese), así como un Belén monumental que no podía faltar en el valle donde por obra de il poverello nació el primero.

Del generoso patrimonio urbano nos han sorprendido cinco elementos: 1. La muralla medieval (s. XIII), con un tramo bien conservado junto a la estación del tren; 2. La basílica de San Agostino (s. XIII); 3. El palacio Vincentini con su loggia y jardines vignolescos (ss. XVI-XVII); 4. La Piazza San Rufo con el Ombligo de Italia, esto es, el monumento que señala el centro del país; y 5. La fuente dei Delfini, del s. XVII, y el inmediato Palazzo Comunale.

La salsa más típica del Reatino y la Sabina es l’amatriciana, elaborada con tocino o guanciale, queso pecorino, tomate, aceite y vino. Ideal para condimentar spaghetti, pizzicotti o fregnacce.