Mi primer Camino: el Camino del Norte en solitario

¿Por qué no lo he hecho antes? Ésta es la pregunta que no paro de hacerme desde que comencé el Camino del Norte. Ha sido mi primera toma de contacto con el Camino y ha sido inolvidable. 

No es la primera vez que viajo sola ni que hago caminatas en solitario, pero esta vez ha sido especial. He podido tener muchos momentos de reflexión, he vuelto a conectar con la naturaleza y he podido comprobar cómo todo lo que rodea al Camino es mágico, desde los paisajes hasta la gente que te cruzas a cada paso.

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Llegada a Santiago de Compostela
Llegada a Santiago de Compostela

Por qué el Camino del Norte

Desde hace varios años he ido viendo cómo algunas personas de mi entorno iban haciendo el Camino de Santiago y todos ellos me acababan diciendo que lo tenía que probar, que me iba a gustar porque me encanta caminar y estar sola, y que estaban seguros de que lo iba a disfrutar. A mi nunca me había llamado especialmente la atención porque siempre pensé que era algo puramente religioso, pero poco a poco empecé a verlo con otros ojos. Al fin y al cabo, más allá de la tradición católica, es ya una experiencia cultural que reúne a gente llegada de todo el mundo. 

Y así, llegó el día en que dije «tengo que hacer el Camino». Ya antes de la pandemia me rondaba la idea de hacer el Camino Francés en otoño, pero en vista de las previsiones sobre el rumbo de los contagios decidí adelantar el viaje al verano, por si acaso nos volvían a confinar. Pero claro, ¿cómo ponerme a hacer el Camino Francés en agosto con el calor que hace? Miré otras alternativas y entonces lo vi claro: el Camino del Norte era perfecto. 

El norte es más fresquito, y si hace calor la playa está cerca. Además, es una buena época para disfrutar de la costa y pillar menos días de lluvia que en otras épocas del año. Había leído también que es uno de los Caminos más bonitos, así que estaba escrito: ¡me iba a hacer el Camino de Santiago sola!

De San Sebastián a Santiago

Tenía muy claro que quería hacer un Camino largo. Con la mirada puesta en Irún, me topé con el principal inconveniente de peregrinar este año: el albergue de allí estaba cerrado. Como la logística estaba complicada, decidí entonces comenzar en San Sebastián, que era la segunda etapa. 

798 kilómetros separan San Sebastián de Santiago. Si nunca has hecho el Camino, por más que te guste caminar, pensar en esa cifra asusta. ¿Sería capaz de recorrerlo todo? ¿Me saldrían las temidas ampollas? ¿Tendría que dejar el camino a la mitad por no tener las fuerzas suficientes? 

Las dudas comenzaban a asaltarme cuando me acercaba a mi punto de partida, así que pensé que lo mejor sería olvidarme de ellas y, simplemente, caminar. Caminar e ir disfrutando de cada paso, de la vista que tendría desde lo alto de los montes, de las conversaciones con las personas que me cruzaría, de los momentos de felicidad que me brindaría este tiempo a solas. 

Lo disfruté tanto, que todos esos kilómetros volaron en el mes que estuve de viaje, incluso cuando había días de lluvia, cuando me salían ampollas o cuando había que subir una cuesta pronunciada. No hay nada como ponerse a caminar para olvidarse de todo, y es que si el Camino me ha dejado una enseñanza ha sido que hay que tirar para adelante, pase lo que pase.

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Estela Gómez en San Sebastián
Estela Gómez en San Sebastián

Coronavirus y Camino del Norte

Esto cobra especial sentido en este año, y es que hay algo de lo que ni siquiera el Camino ha podido escapar: el COVID-19. Ha habido (y hay) brotes en las localidades por las que pasa el Camino del Norte, pueblos confinados, como Santoña, medidas restrictivas en ciertos lugares con mayor incidencia y, cómo no, se ha instalado de lleno en el día a día del peregrino.

La mascarilla se ha convertido en un complemento más del atuendo de los caminantes y ha habido que acostumbrarse a llamar con antelación a los albergues para saber si estaban abiertos. Muchos de ellos cerraron en marzo y no han vuelto a abrir, sobre todo los municipales, y los que sí han reabierto sus puertas han tenido que implantar muchas medidas, como limitar el aforo a la mitad o cerrar las cocinas para evitar la concentración de personas.

Hacer el Camino sola no significa estar sola

Pese a todo, la vida sigue, y ahí hemos estado unos cuantos peregrinos para demostrarlo recorriendo el Camino del Norte este verano. Hay una máxima que conocemos muy bien las personas que viajamos solas, y es que viajando sola nunca estás sola. Incluso este año, con todas sus adversidades, no ha faltado quien me haya acompañado en la ruta desde el primer día. 

Muchos días caminé sola, otros lo hice acompañada. A veces hablaba con otro peregrino solitario que me encontraba en el lugar más variopinto, otras iba coincidiendo con la misma gente en los albergues durante varios días. Algunos de ellos se convirtieron en amigos, a otros no les volví a ver jamás después de una breve conversación, pero si hay algo que ha hecho especial este Camino, ha sido toda la gente que se ha cruzado en él, con sus inquietudes, sus razones para caminar, sus mensajes de ánimo y sus buenos deseos.

Pasito a paso completé los 798 kilómetros entre San Sebastián y Santiago de Compostela (e incluso fui más allá y llegué a Finisterre), y pasito a paso también me he traído del Camino muchos amigos, muchas conversaciones y muchos recuerdos. La vuelta a la realidad está siendo dura, y es que una vez que pruebas el Camino, ya no puedes sacarlo de tu cabeza. ¿Cuál será mi siguiente ruta? ¿Cuándo me lanzaré de nuevo a caminar? Aún no lo sé, pero desde que dejé Santiago atrás tengo claro que repetiré. ¡Solo es cuestión de tiempo!