Relato del Camino Vadiniense

Autor: 
Dani Hernández
Fecha: 
Junio de 2014

La ruta vadiniense, el camino de los Picos de Europa...

Es éste mi relato del casi desconocido pero a la vez espléndido camino por la ruta vadiniense, un camino de paisajes espectaculares al abrigo de las montañas de los Picos de Europa, que tiene como banda sonora el rugir del bravo río Esla y el silencio del Pantano de Riaño...

 

Potes-Fuente De

Jueves 12 de Junio

Desde Potes partimos después de desayunar, para comenzar, ahora sí, la ruta Vadiniense. Ya llevamos unos días por la zona, que nos han llevado a aprovechar para visitar el siempre agradable albergue de Santa Cruz de Bezana, parada obligada del Camino del Norte, a las afueras de Santander, para remojar los pies en las playas de Sardinero, para conocer algo más la capital cántabra y sobretodo para cumplir el deseo de subir a Tresviso desde Urdón, por la espectacular senda minera de la Peña y disfrutar en la vuelta de Tresviso a Urdón por esa ruta aventura, que más que un camino, es una gimcana constante y que es la bajada por el canal de Reñinuevo, no apta para aquellos que sufran de vértigo, sin duda. Pero la ruta vadiniense empezaba hoy, y en realidad, no empezaba demasiado bien… Después de tres días de subes y bajas y emociones varias, la fascitis plantar de Rubén podía con él y de manera prudente, aprovechando que salíamos de Potes y la estación de autobuses estaba allí, nos comunicaba que decidía volver a Barcelona después de haber sopesado mucho la decisión.

Una verdadera pena, que nos dejaba a Regina y a mí apesadumbrados aún sabiendo que era algo que podía pasar en cualquier momento. Lo positivo, el pensar que la Ruta Vadiniense siempre estará ahí para disfrutarla, al igual que los Picos de Europa que tantas emociones nos depararían en los días sucesivos. Abandonamos por carretera la villa de Potes, capital de la Liébana, de la cuál hemos podido disfrutar el día anterior, admirando la torre del Infantado, paseando a la orilla del río, o perdiéndonos por las callejuelas del barrio de la Solana donde disfrutamos de su exquisita gastronomía entre otras cosas. Y claro, antes de seguir la ruta, decidimos visitar el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, faltaría más. Nos hacemos unas fotos en el cruce a la salida de Potes junto al peregrino de bronce, cruceno, por peregrinar a Santo Toribio, y jacobeo, por hacerlo a Santiago, al mismo tiempo, y desde allí, seguimos la carretera que en subida nos conduce al Monasterio. Esperamos algo hasta que abran, las 10:00 h, nos pongan el sello en la credencial y nos indiquen que nos podemos unir a la visita que comienza en breve, junto a un numeroso grupo de moteros portugueses. Huelga decir, que Santo Toribio de Liébana es uno de los cuatro lugares de peregrinación con año santo al igual que Jerusalén, Roma y evidentemente, Santiago de Compostela. Un monge nos explica la historia del Monasterio y del venerado Lignum Crucis (literalmente madera de la cruz), el trozo más largo conservado de la cruz donde crucificaron a Jesucristo, el cuál nos permite tocar una vez bajado del pedestal en el que se encuentra. Y acabada la visita, toca continuar la ruta, que en principio, nos debe llevar a Espinama.

Aunque más arriba del monasterio hay una ermita desde la que parece sale una pista que en un punto u otro nos debe sacar a la carretera otra vez, nosotros decidimos deshacer el camino hecho para esta vez de bajada, volver a visitar al peregrino de bronce y seguir el andadero paralelo a la carretera con las montañas de fondo. Pasado Mieses llegamos a Turieno donde decidimos hacer una parada técnica. Un poco más adelante nos encontramos por primera vez con las flechas amarillas al lado de un puente, ya en el pueblo de Baró, donde si no andamos equivocados, parece que enlaza la pista que salía algo más arriba del Monasterio de Santo Toribio. El calor es importante, y una fuente a presión en un lugar llamado Quintana, colma nuestros deseos de remojarnos la cabeza. Salidos de la carretera el camino es agradable, alternando tramos de pista asfaltada con sendas entre campos que nos llevaran a Redo, pequeña población que nos recibe con una fuente de agua fresca después de una pendiente en subida asfaltada. Es aquí donde aprenderemos por consejo de una amable lugareña, que una indicación de “Agua sin garantías sanitarias” o una fuente sin indicación alguna, en ningún caso significa que no sea agua potable. De ello damos buena cuenta remojándonos los gemelos, empapando nuestros pañuelos para la cabeza y claro está, bebiendo. Y es que, el calor aprieta y todavía nos queda mucho trayecto por delante. La belleza del bonito y pintoresco pueblo de Mogrovejo, nos invitan a hacer una parada para almorzar algo en la bonita terraza con vistas del establecimiento en el que paramos, en el que además se venden todo tipo de productos de la comarca lebaniega. Continuamos dejando atrás Los Llanos y llegando a Cosgaya. Es en esta localidad donde aprovechamos para hacer una pausa, juguetear con alguno de los canes que nos salen al encuentro, y hacer alguna foto. Dejando la carretera, a la izquierda, sale un camino bien indicado que forma parte de la llamada Ruta de la Reconquista, en el que en medio de un fabuloso bosque, vamos ganando altura sorteando una serie de torrentes que van a parar al río Deva.

Es un tramo largo, pero muy agradable y solitario. De hecho, es en el último tramo, cuando nos encontramos con un señor que aprovecha la tarde para salir a pasear, ya cuando comenzamos a salir del frondoso bosque. En realidad, nuestra intención era bajar al lugar conocido como Las Ilces para desde allí llegar a Espinama, pero por un motivo u otro, para sorpresa de Regina, mi compañera de trayecto, que cree que la etapa ha acabado por hoy, acabamos llegando a Pido, pueblo famoso por sus quesos, con permiso del Picón de Tresviso, que hemos tenido ocasión de degustar en todas sus variantes culinarias. Consultamos la guía de los amigos del camino vadiniense y seguimos un indicador hacia Espinama, pero unos lugareños que toman el sol a la puerta de una casa nos indican que vamos en dirección contraria, con lo cuál seguimos hacia el oeste siguiendo sus indicaciones. Muy largo se nos hace el cuarto de hora que marca el indicador desde Pido a Espinama... Seguimos carretera arriba sin atisbo de población, hasta que poco a poco nos damos cuenta de que Espinama ha quedado atrás y que nos dirigimos a otro lugar... Pasamos una especie de granja, cruzamos un riachuelo por el cuál baja mucha agua y que obliga a Regina a quitarse las deportivas y continuar el trayecto en chanclas, y después de alguna pronunciada pendiente, llegamos a un camino ondulado ostensiblemente por ruedas de tractor. Es entonces cuando vemos todo clarísimo, nos aproximamos de manera inexorable a la impresionante muralla de roca del Macizo oriental de los Picos de Europa, y claro, aquél flamante edificio que vemos a nuestra izquierda, no es otro que el Parador de Turismo de Fuente De. En fin, que hemos alargado algo más de lo que pretendíamos la bonita etapa de hoy, recorriendo unos 4 km más que separan Espinama de Fuente Dé. El paisaje que se nos presenta, a pesar del cansancio, vale por todo. Un magnífico prado con caballos, la impresionante pared de roca que presentan los Picos de Europa, que tenemos ahora sí a tocar, y el teleférico… Aún debemos caminar un poquito más para llegar al camping donde nos alojaremos. La atención en el Camping El Redondo es exquisita, y el refugio excelente y cómodo para descansar después de una larga jornada que empezaba con sorpresa matinal en Potes y acababa con sorpresa vespertina en Fuente De. Una luna llena impresionante corona el cielo del lugar y nos permite ver las montañas en las que en días sucesivos nos adentraremos...

Anexo a la Ruta Vadiniense...

13, 14 y 15 de Junio

No debemos madrugar mucho hoy, ya que nos disponemos a subir en el teleférico de Fuente De, para, durante 3 inolvidables días adentrarnos de lleno en los Picos de Europa aprovechando que lo tenemos tan a mano y dejar a un lado la ruta vadiniense momentáneamente. El viernes, una sorprendente ascensión hasta los Horcados Rojos, con nieve a partir de la llamada Vueltona, con visita al curioso refugio de la Cabaña Verónica y con vuelta por los Puertos de Áliva en una evocadora travesía hasta Sotres. En realidad, ese día teníamos previsto una ruta más corta, pasando del mirador de los Horcados Rojos a la Vega de Urriellu por el Jou de los Boches, sin embargo, por consejo del guardés de Cabaña Verónica y dada la cantidad de nieve que nos encontramos nos aconseja ir por el camino alternativo, mucho más largo, que nos llevaría a Sotres. El sábado un ascenso desde esta localidad asturiana hasta el refugio de Urriellu, o Naranjo de Bulnes, con permiso de los lugareños, y descenso técnico pero inolvidable por las canales de Camburero y Balcosín hasta Bulnes, para continuar por la Canal del Texu hasta Poncebos. Y el domingo, la senda del Cares al completo desde Poncebos hasta Posada de Valdeón, pasando por la preciosa población de Caín y por lugares tan históricos como la Ermita de la Corona, donde según la tradición fue coronado Don Pelayo, o curiosos, como el Chorco de los Lobos. En realidad, el domingo alargamos un poco más la ruta hasta Santa Marina de Valdeón, para acercarnos más al punto donde el lunes volveríamos a enlazar con la ruta vadiniense. Tres días llenos de aventuras para no olvidar, que hacen de la Ruta Vadiniense, una excusa perfecta para alejarse algo del camino y disfrutar de estos maravillosos parajes...

Santa Marina de Valdeón-Boca de Huérgano

Lunes 16 de Junio

Después de nuestra ruta circular por el corazón de los Picos de Europa durante tres días, hemos venido a parar a Santa Marina de Valdeón, población perfecta para enlazar otra vez con la Ruta Vadiniense, de la que nos despedíamos de manera temporal tres días antes. Dejamos atrás Santa Marina de Valdeón, bonito pueblo, el más alto de los Picos de Europa. Antes de partir, los amables hospitaleros del Albergue la Ardilla Real, precioso, por cierto, nos indican el mejor camino a seguir hasta el Puerto de Pandetrave, para evitar en la medida de lo posible la carretera. Vamos ganando altura por un camino rural y la antigua carretera del puerto, entre piornos, bosque y el ruido del río que nos acompaña, hasta llegar por carretera en los últimos metros hasta el Puerto de Pandetrave, lugar donde confluye el camino vadiniense desde Fuente De por la Senda de la Remoña. Paramos en el mirador del Puerto donde nos instruimos algo en geología leyendo los paneles informativos que hacen referencia a como se formaron los Picos de Europa y otras montañas cercanas, y luego, seguimos la carretera según indica el cartel de la Ruta Vadiniense que nos llevará hasta Portilla de la Reina.

Bien, en realidad, después de descender un poco por la carretera y ver que vamos a tener que caminar por ella durante unos cuantos kilómetros, decidimos acercarnos hasta una fuente y un área habilitada a nuestra derecha, para ver si por allí, continúan las flechas para poder llegar a Portilla por un camino alternativo. Al no ser así, decidimos ir a lo seguro y tal como indica la señalización, bajar por la carretera, que en realidad es un cómodo paseo, muy bello en todo su entorno. Unos kilómetros después de cruzar el arroyo de Mostajal llegamos a Portilla de la Reina, un interesante pueblo que se nos presenta encajonado entre las rocas y en el cual teníamos intención de pernoctar. Pero es lunes, claro, y se ha de tener en cuenta que muchos establecimientos lo toman como día de descanso personal, como es el caso del Albergue de Portilla, así que, no nos va a quedar otra que continuar cómo mínimo 8 km más hasta el siguiente pueblo, Barniedo de la Reina, a ver si allí hay más suerte. Durante nuestra visita a Portilla nos acompañan los ladridos de algunos perros, parece ser que no demasiado acostumbrados a las visitas de foráneos. Hacemos alguna fotografía a la iglesia de Santo Tomás y preguntamos por el bar del pueblo para ir a tomar algo. Parece que hoy no va a ser nuestro día, al menos, en Portilla, ya que el bar también está cerrado. Un habitante del pueblo, se ofrece a bajarnos en coche hasta Barniedo, pero nosotros, amablemente y como buenos peregrinos, rechazamos la oferta y decidimos continuar hasta ese pueblo. Nos despide a la salida del pueblo una ermita, y a partir de allí, camino sin pérdida por la carretera con parada técnica para retomar fuerzas a mitad de trayecto. En realidad se trata de un almuerzo frugal en un prado a pie de carretera bajo el sol, hoy de justicia, a base de pan, queso y agua. Regina comenta que parecemos personajes del Lazarillo de Tormes, y no le falta razón, pero nos sabe todo a gloria. Podemos certificar aquí la buena calidad del queso de la zona que habíamos comprado cuatro días antes en Fuente De, y sobretodo del pan, delicioso también, cuatro días después… En fin, vicisitudes peregrinas… Al llegar a Barniedo de la Reina cruzamos el puente y seguimos hasta llegar a un parque al lado de la iglesia, donde unos niños nos indican que por lo visto, en Barniedo no hay ningún albergue pero que nos podrán informar en el bar, que esta vez, si que está abierto. A destacar la atención en el bar y en especial la de un lugareño de Barniedo, que se desvive por ayudarnos a encontrar un lugar para dormir esta noche. No podrá ser allí porque la casa rural que hay se debe contratar a través de una agencia, y otro alojamiento de la población, no abre hasta bien entrado el verano. En esta zona el periodo estival no comienza por lo que parece hasta el 1 de julio, con lo cual, en lo sucesivo nos encontraremos la gran mayoría de museos, ermitas, centros de interpretación etc, cerrados. Llaman al albergue de otro pueblo más adelante, Villafrea de la Reina, pero también está cerrado. No pasa nada, finalmente, contactan con una pensión en Boca de Huérgano, donde nos aseguran que no habrá problemas para alojarnos. Agradeciendo las atenciones y la ayuda, después de calmar nuestra sed y ya con ánimos renovados sabiendo que dormirenos bajo techo, continuamos nuestro camino que sigue a la salida de la bonita iglesia, al menos, exteriormente, de San Vicente Mártir. Se trata de un bonito camino entre prados junto al río, desde donde al poco de salir de Barniedo, a nuestra derecha, podemos ver el pueblo de Espejos de la Reina. No es casualidad que casi todos los pueblos de esta zona tengan el apellido de La Reina, de hecho, estamos en la comarca del mismo nombre y por lo que parece es en Espejos de la Reina, donde está enterrada esa reina, que nunca reinó y que se llamaba Doña Constanza. Poco después pasamos por uno de esos lugares que no se olvidan por su belleza, una cascada que parece brotar bajos las rocas al lado de una estructura llamada batán, que movido por el agua se empleaba en la manufactura de cueros y otros tejidos.

Continuamos el agradable camino hasta llegar a Villafrea de la Reina según nos indican unas mujeres que departen en una terraza. En realidad, son tantos los pueblos que desde Portilla de la Reina hemos pasado que debemos preguntar para saber dónde estamos exactamente. A la salida de Villafrea aprovechamos para hacer un último descanso y hacer alguna fotografía, digamos, costumbrista, en la ermita de San Antonio. Boca de Huérgano queda ya a tiro de piedra. En bajada, podemos ver el antiguo puente de esta población y a la derecha, una panadería donde aprovechamos para comprar una caja de dulces, sequillos, concretamente, que nos acompañarán prácticamente hasta el final de esta ruta vadiniense. Tras instalarnos en la pensión “Crescente” donde nos alojaremos y asearnos, visitamos la población, ya a los pies del embalse de Riaño, admirando sus bien conservados hórreos, la herrería y sobretodo el remodelado torreón del palacio de los Tobar. De cena, a dar buena cuenta de una suculenta ensalada y de un delicioso entrecot al queso de Valdeón, como no podía ser de otra manera… Un yantar más que merecido después de la odisea que hemos vivido hoy para encontrar un alojamiento y una buena cena.

Boca de Huérgano-Crémenes

Martes 17 de Junio

Con buen ánimo dejamos atrás Boca de Huérgano siguiendo la carretera para llegar a nuestra izquierda a la ermita de San Tirso, en medio de una pradera. Rodeamos un par de veces la ermita buscando no perder detalle de la misma, y después, nos fotografiamos en la fuente de la entrada, en la que se ha utilizado una lápida vadiniense para su construcción. Aunque debemos retomar la nueva carretera camino de Riaño, no nos podemos resistir a la salida de la ermita, en seguir la antigua carretera que comunicaba los pueblos del valle y que llevaba en primera instancia a Pedrosa del Rey, el primer pueblo anegado según se viene de Boca de Huérgano. Seguimos la antigua carretera hasta que la misma desaparece bajo el agua y no podemos continuar. Imposible no pensar en cuantas historias han quedado bajo las aguas de un embalse que anegó de parcial o totalmente, nueve municipios de la zona: Salio, Huelde, La Puerta, Anciles, Burón, Vegacerneja, Pedrosa del Rey, Éscaro y Riaño. Debemos volver a la carretera nueva y para ello cruzamos una serie de campos que de manera cómoda nos llevan de nuevo al asfalto. El pantano se nos ofrece en toda su grandeza a medida que vamos avanzando hasta llegar a nuestra derecha a la ermita de San Bartolomé, que visitamos a pesar de estar la cerca del área que la rodea cerrada. No suele ser agradable caminar por el arcén de una carretera durante demasiado tiempo, sin embargo, para ser justos, hay que decir que en este caso vale mucho la pena, ya que el paisaje que podemos disfrutar es impresionante. Las altas montañas que rodean Riaño se reflejan en el pantano, cual espejo. Un verdadero deleite para la vista.

Poco a poco nos acercamos al nuevo Riaño, ya que el antiguo, tal y como nos indica una señora que encontramos al poco de entrar al pueblo, quedó bajo las aguas en una zona que nos indica bajo el puente que se ve al otro lado del pantano. A nuestra derecha queda un curioso pabellón de forma circular que sirve entre otras cosas para la práctica de la lucha leonesa. Tal y como la señora nos ha indicado el museo etnográfico está todavía cerrado a estas alturas del año, pero no desistimos en nuestro intento de empaparnos algo de la historia de ese pueblo que desapareció para siempre a principios de los años 90’. Entramos al ayuntamiento donde aprovechamos para sellar nuestra credencial y preguntamos por el museo que está cerrado. Allí, dado nuestro interés, nos ofrecen la posibilidad de visitar una exposición de fotografías antiguas, de momento cerrada al público, en la sala de actos del consistorio. No dejamos pasar la ocasión y nos tomamos nuestro tiempo para visitar la exposición fotográfica donde podemos ver reliquias fotográficas de los antiguos habitantes de Riaño en toda clase de actos sociales, celebraciones y escenas cotidianas. Aún nos tomaremos un poco más de tiempo para visitar el estanco de Riaño o la llamada plaza de los Pueblos, donde unos monolitos recuerdan todos y cada uno de los nueve pueblos que desaparecieron bajo las aguas. Abandonamos Riaño bien entrada la tarde y bajo un sol de justicia, cruzando el largo puente y un poco más adelante, después de pasada una fuente donde llenamos nuestras cantimploras, desviándonos a la izquierda hasta la ermita de la Virgen de Quintanilla, desde donde volvemos a tener una buena visión de Riaño y su embalse. Continuamos por la carretera hasta llegar a un desvío que nos hace retroceder para llegar al pueblo de Carande.

Aprovechamos para tomarnos un descanso en el porche y dar cuenta de unas barritas energéticas. Al lado del cementerio, abandonamos la carretera y tomamos contacto por primera vez con la antigua calzada romana. El camino es un agradable paseo que nos lleva al siguiente pueblo, Horcadas, en el que para nuestra sorpresa, hay un bar, en el que muy amablemente la propietaria nos ofrece de su comida familiar cuando le preguntamos si tienen algo para comer. Unos amigables perros salen a nuestro encuentro mientras estamos en la pequeña terracita del bar y la propietaria cierra para el descanso de media tarde. Antes de marchar de Horcadas subimos hasta la iglesia y su campanario, desde donde tenemos una buena panorámica de toda la población y podemos la pista deportiva que nos servirá de referencia para seguir el lugar correcto para continuar. Salimos de Horcadas para retomar la carretera, que seguimos siempre bordeando el embalse. Cruzamos el túnel de la Remolina y antes de salir del túnel y llegar a la presa que detiene al río Esla, seguimos otro túnel que sale a la izquierda, bien indicado por la señalización del camino vadiniense. Ahora en descenso llegamos a una bifurcación en forma de T, donde bien señalizado, retomamos el camino que nos llevará hasta la siguiente población, Las Salas. Éste es un bonito tramo a orillas del río Esla, que coincide con el sendero de gran recorrido GR1 que va desde Empuries, en Girona, hasta Fisterra, en Galicia, ahí es nada. Una serpiente que toma el sol en el camino se deja fotografiar hasta que acaba desapareciendo entre la vegetación. Entramos en Las Salas dejando a un lado la llamada Calzada Romana del Esla o Vía Saliámica por la que seguiremos nuestro camino hasta Crémenes, que será nuestro destino final en la jornada de hoy. Aprovechamos nuestra pausa en el bar de Salas para confirmar vía teléfono que no habrá problemas para alojarnos en Crémenes. Tomamos la calzada romana pasado el puente y a la derecha continuamos nuestro camino pasando por un refugio a orillas del río y al otro lado del camino, donde podemos leer Refugio Las Salas. Según nos informamos luego, no es éste un refugio al uso, o por lo menos, no lo es para peregrinos y caminantes, sino para aficionados a la pesca de la trucha, como lo fue en su día Francisco Franco, que de hecho, lo utilizó en más de una ocasión. Entre nogales, fresnos y con el ruido de un vigoroso y caudaloso Esla como compañero, llegamos a una bifurcación donde un panel indica el recorrido que desde Argovejo nos lleva a Prioro. Nosotros obviamos ese panel y continuamos las señales vadinienses, para pasada una bonita fuente y una ermita de aspecto bastante moderno, llegar al puente de Crémenes, que cruzamos, encontándonos para nuestra sorpresa y sin tener que caminar apenas unos metros más, el bonito y bien decorado hospedaje rural “Las hueldes” en el que nos alojaremos. La jornada ha sido larga, pero aún hay fuerzas para darse una vuelta por la población, seguir la carretera y ver la iglesia nueva, y la medio derruida antigua iglesia de San Miguel, que por lo que parece, sirve como establo vacuno. Al lado, un hórreo y un herrador, muy parecido al que pudimos ver en Boca de Huérgano.

Crémenes-Cistierna

Miércoles 18 de Junio

Hoy no madrugamos demasiado, ya que, en principio, la etapa es relativamente corta y pretendemos quedarnos en Cistierna. Retomamos la calzada romana que ya desde Crémenes, adquiere unas dimensiones importantes para poco a poco y en subida dejar a un lado el pueblo de Villayandre. Es este el tramo más espectacular de la calzada romana. Se pueden observar los muros de contención y las amplias losas que formaban el pavimento de la calzada. Los paneles informativos nos dan idea de lo que supuso la construcción de semejante obra. En la llamada Entrecisa, o corte entre rocas, se explica como se extraía la roca a base de fuego primero y agua después, y más adelante, en el llamado Pajar del Diablo, se cuenta como este impresionante tramo ha sido ganado íntegramente a la roca adaptándose al meandro que forma el río Esla.

Bajamos un poco para dejar la calzada romana, y es en este tramo cuando tenemos la oportunidad de conocer a una cuadrilla compuesta por tres trabajadores, que cumplen la tarea de mantener en buen estado las señales e indicaciones de los caminos, en este caso las blancas y amarillas del PR que estamos siguiendo. Mientras unos retiran la maleza del sendero, otro pinta las marcas en un árbol, todo un honor para unos amantes de los caminos como nostros, que por primera vez tenemos el honor de conocer “a los que pintan las flechas”, como comentamos en todo distendido. Mantenemos una breve pero agradable charla con ellos, y seguimos sus señales hasta llegar a Valdoré, donde hacemos la primera pausa de la mañana para tomar un café y una bebida isotónica. Aprovechamos para sellar, y para ser testigos de alguna que otra conversación cotidiana entre los habitantes del pueblo, cosa que parece complacer de manera especial a Regina. Un camino a la derecha de la carretera nos llevará hasta Verdiago, donde aprovechamos para subir al campanario de la iglesia, conocer el nombre de sus campanas y hacernos alguna foto escoba en mano. Cruzamos el río y seguimos un camino que va por un agradable bosque de robles al lado del Esla pasando por paisajes mineros que distinguimos por el color de la roca y sobretodo por la entrada a una antigua explotación de hierro llamada Mina imponderable, donde brota una fuente de aguas ferruginosas que evidentemente no dudamos en probar. Nos encontramos, según indican las señales, en plena Ruta de las Minas. No debemos caminar mucho más para encontrarnos primero, con una fuente con un accesos habilitado que se encuentra cercado y que parece ha sido recientemente acabado, y un poco más adelante con un evocador puente colgante que no dudamos en cruzar de un lado a otro, para hacernos algunas fotos y descansar con las piernas colgando del mismo dejándonos hipnotizar por el rugir de las bravas aguas del Esla. El puente separa dos poblaciones contiguas, a un lado, por el que vamos nosotros, Alejico, y al otro lado, Aleje.

Es en la primera población donde volvemos a hacer una pausa para tomar una de nuestras barritas energéticas, buenas compañeras de viaje, y para llenar nuestras cantimploras de agua. Según nos comenta un lugareño, aunque la fuente del pueblo es buena, los habitantes del lugar, suelen ir a buscar el agua a la fuente que hemos visto antes del puente colgante, y que por lo que parece, es mucho mejor y más fresca. Antes de salir de Alejico, un tentador cerezo cargado de frutos maduros nos tienta al otro lado de un muro, pero decidimos continuar a pesar de lo suculento de la fruta en plena explosión primaveral. Continuamos el camino por una carretera secundaria que no llevará a las inmediaciones de Sabero, donde según podemos ver en los indicadores, se ubica el Museo de la Siderurgia y la Minería. Nosotros, seguimos un camino a la izquierda que nos llevará a un lugar sorprendente, porque nada tiene que ver a lo visto en los días que llevamos de ruta vadiniense. Se trata del antiguo lavadero de carbón de Vegamediana, lugar entre ruinoso y fantasmagórico que nos lleva poco más adelante a poder ver las escombreras contiguas así como los raíles por los que en un tiempo no muy lejano por lo que parece, debieron moverse las vagonetas que transportaban el mineral. Desde allí, y una vez pasada lo que parece una depuradora de aguas, llegamos a la carretera desde la que ya podemos ver Cistierna, lugar donde finalizaremos la etapa de hoy. Aún estamos a tiempo de pasarnos por correos para depositar algunas postales y para nuestra sorpresa, de ser acompañados por uno de los amigos del Camino Vadiniense, que casualmente trabaja allí, hasta el flamante albergue que nos acogerá esta noche. Se encuentra en la segunda planta de un edificio y dispone de casi todas las comodidades que un peregrino podría esperar de un albergue. Lo más interesante, sin duda, la biblioteca de la que dispone con todo tipo de información sobre todos los caminos conocidos, así como folletines informativos de lugares a visitar de la zona, guías y todo lo que se pudiera imaginar sobre los caminos de peregrinación. Nos hacemos unas fotos junto al poster mural que muestra todo el recorrido de la Ruta Vadiniense y nos sorprendemos al ver que, estando ya a mitad de año, apenas somos los peregrinos numero 13 y 14 que hemos pasado por allí.

Tras un descanso, nos disponemos a recibir a Mise en la parada del autobús, una brava peregrina que se nos unirá para hacer las últimas etapas de este camino tan pintoresco como poco concurrido. De hecho, no nos hemos encontrado ningún peregrino en los días que llevamos caminando y tampoco lo haremos en los días siguientes. Tal y como nos explica el hospitalero de hoy, hasta dentro de unos dos días no llegará a Cistierna el siguiente peregrino, un chico que por lo visto se ha perdido debido a la niebla en el tramo de la Senda de la Remoña que va desde Fuente De al puerto de Pandetrave...

Cistierna-Gradefes

Jueves 19 de Junio

Con el estreno de Mise como peregrina, desayunamos a la salida de Cistierna y dejándonos aconsejar por unas mujeres de la zona nos dirigimos hacia Sorriba del Esla, que será la siguiente población que veamos, a través de una pista bien señalizada y agradable de caminar a primera hora de la mañana, y antes de que empiece a apretar el sol. En realidad, hoy se nos plantea la disyuntiva de seguir un margen u otro del río. Nosotros nos decidimos por marchar por el margen derecho del mismo, en el que dejamos a Sorriba a un lado y continuamos hasta Modino. En este margen del río se pasan menos poblaciones y escasean los servicios que ofrecen, sin embargo, el paisaje es más agreste, más solitario y se evita mucho más la carretera. Un crucero que no parece demasiado antiguo y una indicación del Camino de Santiago, nos dan ánimos para continuar hasta el llamado Puente del Mercadillo, que pasaremos para dejarnos llevar hasta la siguiente población, Modino. A las afueras de esta población, vemos la ermita del Santo Cristo del humilladero y la Santa Cruz, y tras una interesante y artística visita a su cementerio, seguimos por el camino que sale a su derecha. El cómodo camino a la sombra, a veces poco pisado, nos conducirá a la siguiente población, Pesquera, una serie de casas diseminadas entre las que destaca una de la que sale un gran perro mastín a nuestro encuentro. Yo, aún llego a tiempo de fotografiarme con él, sin embargo, cuando llega Mise, parece que el can ya no está para demasiadas fiestas y vuelve al lugar de donde salió. Continuamos por un camino similar hasta llegar a la población en la que haremos una pausa para almorzar. Se trata de Santibáñez de Rueda, localidad en la que nos refrescamos en la fuente y en la que, a la sombra de las escaleras de su iglesia, damos buena cuenta de unas deliciosas empanadas de membrillo y queso, y de cecina y pimientos caramelizados, que hemos comprado en Cistierna el día anterior. Antes de marchar, subimos al campanario de la iglesia desde donde hay una buena visión de la localidad. Con fuerzas renovadas nos dirigimos a la siguiente población que pasaremos, Carvajal de Rueda. Dejamos la pista y la carretera y nos adentramos por cerrados caminos a tramos embarrados y llenos de agua, y en gran parte cubiertos de maleza y arbustos espinosos que debemos ir apartando con los bastones. Voy abriendo un camino que parece hace días nadie a pisado, mientras a no mucha distancia, Regina y Mise, me siguen intentando evitar los meter los pies en los tramos más húmedos y embarrados en la medida de la posible. Un cercado donde hay una decena de caballos, son la antesala del final del camino que hemos estado siguiendo desde hace un rato, y que desemboca en una pista bastante más ancha y en mejores condiciones.

Las flechas nos llevan a la carretera y a Carvajal de Rueda, localidad en donde no parece haber un alma. Aprovechamos la fuente para limpiarnos el barro del calzado y subimos a la iglesia de la población que se encuentra en un cerro a modo de balconada. Un crucero exterior lleva una inscripción de supuestamente, la persona que lo mandó construir, y ésta vez, nos quedamos con las ganas de subir al campanario y conocer sus campanas, ya que las maltrechas escaleras de madera que llevan a él no nos inspiran confianza alguna. Volvemos a cruzar Carvajal de Rueda para seguir la carretera y tramos de choperas perfectamente alineadas. El calor empieza a apretar y el asfalto se hace duro. Una capilla al pie de la carretera dedicada a la Virgen Peregrina, por lo que parece, muy venerada por estos lares, nos sirve como excusa para tomarnos un respiro y hacer alguna foto. Seguimos cerca de un canal de riego entre cultivos y aprovechamos para remojar nuestros pies en el mismo, aprovechando una de las burbujeantes y frías salidas de riego a modo de jacuzzi. Un poco de chocolate, y seguimos por interminables rectas sin sombra alguna que nos llevan primero a la población de Villacidayo, y no mucho después, de Villanófar, que queda a nuestra derecha y a la que no entramos, ambas localidades con iglesias de campanarios similares en esta época culminados por sus correspondientes cigüeñas. Ya a media tarde y cuando el calor más aprieta, llegamos finalmente a Gradefes, nuestro destino de hoy. Mise ha superado con nota esta primera y calurosa etapa y Regi, no ha hecho más que certificar que a nivel físico y mental está para lo que le echen. Una campeona. Nos adentramos por la calle principal de la población pasando por delante del monasterio de Santa María, que visitaremos más tarde.

Continuamos por esa calle hasta llegar a la fuente y después de dar una vuelta, acercarnos a la casa consistorial, donde una amable empleada nos facilita las llaves del albergue y nos pone el sello en la credencial. El albergue, impecable, por cierto, se encuentra al final de la carretera principal que cruza la población, en la segunda planta de un edificio, justo delante del cuartel de la guardia civil. Una ducha, una sesión habitual de lavandería y un pequeño descanso, para luego salir a hacer la compra para la cena y visitar el Monasterio de Santa María. Bien, en realidad, nos tendremos que conformar por visitar la iglesia cisterciense del monasterio, ya que sólo durante los fines de semana se abre el claustro y la sala capitular del mismo para las visitas. Una cena con sidra incluída, muy peregrina, podríamos decir, nos sirve como colofón a este día que nos acercará algo más a nuestro destino final.

Gradefes-Puente Villarente

Viernes 20 de Junio

Salimos por la carretera de frente al albergue, pero al ver que durante un rato no hemos visto indicaciones, decidimos retroceder hasta el centro de Gradefes para localizar la parada de autobús que debemos pasar y que hemos tomado como referencia. Cruzamos la carretera del puente del Esla pero tampoco por allí vemos señales, así que, decidimos volver por donde iniciamos el camino al principio, siguiendo la carretera hacia el sur a la salida del albergue. El paseo es cómodo puesto que a un lado y otro de la carretera hay árboles. Poco después vemos, muy a la salida de la localidad, la parada de autobús que habíamos tomado como referencia y que no habíamos visto hasta entonces. El camino avanza hacia Cifuentes de Rueda, donde llegamos a las 9:05 de la mañana, localidad que pasamos sin dedicarle especial atención. Algo más adelante llegamos a Casasola, pueblecito de poca población en el que nos llama la atención un lavadero azul en la calle principal. Más adelante, la iglesia, donde aprovechamos para hacer una pausa, controlar el estado de nuestros pies y cómo no, subir a su campanario por sus inclinadas escaleras metálicas. Continuamos camino de San Miguel de la Escalada, que será nuestro siguiente destino, dejando a un lado la población de Carvajal de Rueda, que aparece en un promontorio. Seguimos la carretera, donde observamos las extensiones de árboles alineados, que se entremezclan con el bonito color rojo que ofrecen las amapolas, a veces también, entre los trigales, aún verdes, pero que poco a poco empiezan ya a tomar el color pajizo típico del verano. Llegamos por fin a la bifurcación que en subida, y antes de entrar al pueblo, nos lleva a la derecha al Monasterio y la iglesia Mozárabe de San Miguel de la Escalada.

Nos tendremos que conformar con visitarlo por fuera, puesto que hoy viernes 20 de junio, casualidades de la vida, el monumento permanece cerrado. Al menos, nos conformaremos con admirar la valiosa estructura de rasgos visigóticos, mozárabes y romanos desde el exterior, a la par que aprovechamos para realizar una serie de artísticas fotos. Bajamos del monasterio y seguimos hasta cruzar el pueblo de San Miguel de la Escalada. Un descanso para consultar el recorrido en el centro médico de la población, y un poco más adelante vemos la bifurcación de señales del camino vadiniense que nos llevan, si seguimos recto a Mansilla de las Mulas pasando por el Valle de Mansilla, o si tomamos la bifurcación a la derecha, a Puente Villarente siguiendo la llamada ruta monumental. Tomamos esta última opción, siguiendo las recomendaciones de la guía de los amigos del camino vadiniense. Para ello, hemos de tomar el camino llamado de Carrovallejo, que sale al lado de la iglesia de San Antonio de Valdebasta y que nos llevará hasta la localidad de Santa Olaja de Eslonza. El calor comienza a apretar y este tramo es totalmente descubierto, recordándonos que estamos ya en plena tierra de campos, en un paisaje que nos recuerda mucho a los tramos de meseta que se cruzan en el camino francés entre Burgos y León. El calor empieza a hacer mella en cada uno de nosotros, sobretodo en Mise, que es la que lo sufre más. Sin embargo, la llegada a Santa Olaja de Eslonza se presenta como un oasis, más aún, cuando Mise y Regina, reciben gustosas el bautizo a base de manguera con el que les obsequia una lugareña. Yo, espero en la fuente del pueblo a que lleguen mis compañeras de travesía, y tras remojar nuestros pañuelos y en este caso Regi, dar de comer a un bonito gato un poco despistado, continuamos nuestra ruta camino del siguiente pueblo por carretera. A la salida de Santa Olaja, a la derecha, podemos ver las impresionantes ruinas del monasterio benedictino de San Pedro de Eslonza. La siguiente población que cruzamos se llama Villarmún, y en ella, hacemos otra pausa para acercarnos a su iglesia, en la que nos entretenemos adivinando las formas que representan sus canecillos exteriores. Un mono, un toro y… Un astronauta! O más bien un peregrino, según podemos leer posteriormente. El final de etapa, y de ruta vadiniense, ya está cerca, sin embargo aún tendremos que caminar un buen trecho bajo el calor y sobre el asfalto, para pasar y dejar a un lado primero, Palazuelo de Eslonza, y luego, Villafañe.

Mise, ha venido sufriendo la dureza del asfalto y la canícula desde hace ya unos kilómetros, y Villafañe, se presenta como el lugar ideal para poner final a esta corta pero intensa peregrina, llegando en coche hasta Puente Villarente. Es el amable hospitalero del albergue de Puente Villarente donde nos alojaremos, quién se ofrece en venir a recoger a Mise en su coche y evitarle males mayores. La dejamos en uno de los bares de la población y nos despedimos de ella momentáneamente, mientras Regi y yo, continuamos, a pie, para acabar lo que empezamos. Unas efímeras pero agradables gotas de lluvia, quién sabe si lágrimas del camino que predicen su inminente final, nos acompañan en estos últimos kilómetros que nos separan de Puente Villarente, donde llegamos acompañados del río Porma y también del flujo de peregrinos que nos recuerda que ya estamos en pleno camino francés. Antes de ir al albergue, nos pasamos por una pastelería donde compramos unos merecidos dulces y unos helados. En el albergue, nos espera Mise, ya duchada y mucho más entera, a la par que la hospitalera del albergue, que nos toma los datos y le comunicamos que es allí donde concluye esta magnífica y solitaria aventura que ha sido para nosotros la Ruta Vadiniense...

Castelldefels, 1 de Julio de 2014

Dani Hernández Crespo (daniarkansas@gmail.com)

PD: Éste, mi humilde relato de la ruta vadiniense, va dedicado a los miembros de los amigos de la ruta vadiniense de Cistierna, que con su esfuerzo y dedicación en la búsqueda de rutas alternativas, señalización, mantenimiento del camino y alojamiento, regalan a los peregrinos una oportunidad única de disfrutar de unos parajes inolvidables. Pero sobretodo, va dedicado a mis compañeros de trayecto, a Rubén, que me acompaño los primeros días en la llegada a Santander y compartió conmigo la inolvidable aventura del ascenso y el descenso de Tresviso, y para el que los Picos de Europa y la Ruta Vadiniense le tienen reservado algún día una segunda parte; a Mise, con la que compartí su bautismo peregrino en las dos etapas más históricas de la ruta, y para la que auguro un montón más de aventuras peregrinas; y a Regi, compañera inseparable de aventuras y vicisitudes varias durante todo el trayecto, que con su simpatía, su paciencia y su positividad ante las adversidades, hizo para mí de éste camino, un viaje aún más inolvidable si cabe...