Etapa 15: Santander - Santillana del Mar | Al Loro

Distancia: 
36,3 km
Duración: 
9 h 15 min
Dificultad: 
3
Paisaje: 
2

Quienes arranquen en Santander pueden solicitar la Credencial del Peregrino en la catedral (abierta de 10:00 a 13:00 y de 16:30 a 19:30) o en el albergue Santos Mártires, durante las horas de atención al público. En la catedral también disponen de una credencial específica para el Camino Lebaniego.

Inexplicable: 4 o 5 kilómetros después del centro de la ciudad todavía vemos postes oficiales con rótulos hacia atrás, en sentido contrario a la marcha, indicando la catedral de Santander… Sólo genera confusión, pues son rótulos metálicos con vieira, y nadie vuelve atrás tantos kilómetros para visitar un monumento.

Etapa muy larga, con desniveles continuos pero moderados, y que discurre mayoritariamente por aceras, asfalto y algún carril peatonal. Los que lo deseen pueden dividirla gracias a los albergues abiertos durante los últimos años en diferentes localidades intermedias.

Hoy encontraremos bares y restaurantes en todas las localidades por las que pasamos, ya sea a pie del camino o a pocos metros de éste.

Como era de esperar, la salida de la ciudad carece de alicientes. Los primeros kilómetros son muy urbanos y hay quien se los salta tomando el tren FEVE desde la estación de Santander hasta Mortera, Boo de Piélagos o Mar, pero en Gronze no somos partidarios de este tipo de soluciones. En todo caso, dichos apeaderos pueden servir para dividir la etapa, volviendo a la capital y retomando de nuevo allí al día siguiente.

En la costa del municipio, a 4 km del camino, se halla la preciosa y escondida playa de Covachos: es un lugar idílico, con un tómbolo o lengua de arena que la comunica —durante la marea baja— con el islote del Castro; también hay varias cuevas y un arroyo cuyas aguas se precipitan desde el acantilado, formando una cascada.

500 metros después de entrar en el municipio de Boo, en un tramo por un carril peatonal pintado de color rojo junto a la carretera CA-304, tenemos a la derecha la variante que pasa por el barrio de la estación de Boo de Piélagos, donde hay un albergue privado. Esta ruta señalizada nos devuelve poco después al camino principal, sin necesidad de volver atrás.

El camino cruza el río Pas gracias al histórico puente de Arce, construido en el siglo XVIII mediante cinco arcos de sillería, por el cual accedemos a Oruña. Este trazado, recuperado hace unos años, nos parece mucho mejor que el anterior, que pasaba por Mogro.

Justo después de superar el puente sobre el río Saja alguien ha pintado señales furtivas de una supuesta ruta directa a Santillana, que llevan por una carretera peligrosa, con mucho tráfico y tramos sin arcén, pero además son engañosas (la distancia que indican no se corresponde a la real). Definitivamente, no vale la pena arriesgarse.

El albergue de peregrinos (cerrado por obras desde 2023, sin fecha de reapertura prevista) se encuentra a un paso de la colegiata, detrás del museo Jesús Otero; es acogedor pero sólo dispone de 16 plazas, bastante apretadas, y no tiene cocina.

Santillana vive de sus visitantes, si bien los grupos de turistas se concentran en unas pocas calles y durante las horas centrales del día. No es de extrañar, por tanto, la unificación —al alza, por supuesto— en el precio del menú de los restaurantes del centro. Los que busquen opciones más económicas deberán desplazarse fuera del casco antiguo, o bien detenerse a comer en alguna de las localidades intermedias.

La localidad es una de las más bellas de Cantabria, con calles empedradas de aspecto medieval. Destaca la colegiata románica de Santa Juliana, con su extraordinario claustro del siglo XII; vale la pena fijarse en cada uno de sus 42 capiteles e intentar descubrir los temas que se representan.

Como reza un dicho popular, ésta es la villa de las Tres Mentiras, pues «ni es santa, ni es llana, ni tiene mar». En realidad, el nombre Santillana nace de la contracción de Sancta Iuliana (mártir nacida en Nicomedia —Anatolia—, adoptada como patrona de la localidad y bajo cuya advocación se fundó en el siglo IX un monasterio, que en el año 1196 pasó a ser colegiata). La referencia al mar nos recuerda que las propiedades de dicha abadía se extendían hasta la costa, que queda a pocos kilómetros.

Las famosas cuevas de Altamira, conocidas como la Capilla Sixtina del arte rupestre, se hallan a apenas dos kilómetros del centro. Por motivos de conservación hoy sólo puede visitarse el museo anexo que incluye la neo-cueva, reproducción fidedigna del techo de la gran sala con los bisontes, caballos, ciervos y jabalíes pintados por sus moradores entre 14.000 y 20.000 años atrás, durante los periodos Solutrense y Magdaleniense, en el Paleolítico superior.

Son muchos los dulces elaborados a partir de la leche producida en esta zona, entre ellos las famosas quesadas, si bien el dulce característico de Santillana es la tableta, bizcocho casero hecho con huevos, harina, azúcar, mantequilla y una corteza de limón, que se suele tomar junto a un vaso de leche.

En Cantabria podremos degustar tanto el cocido montañés como el cocido lebaniego. Los ingredientes del primero son las alubias blancas, la berza y diferentes carnes como costilla adobada, tocino, chorizo o morcilla, mientras que el cocido lebaniego está hecho con garbanzos, patata y el resto de carnes y embutidos.